El día de muertos en la cultura maya es una celebración íntima. Desde el calor de cada hogar, las familias mayas se reúnen con sus familiares para dar la bienvenida a aquellas almas que vienen de visita.

Desde muy temprano se empieza la celebración con una misa donde se ofrenda café, chocolate, atole o arroz con leche a las ánimas que cada año bajan a saludar a la familia que todavía sigue en este espacio terrenal,

“pues ha pasado ya un año que no los vemos, así que no se deja lavado en la batea o trastes sucios, ya que no queremos que se la pasen haciendo quehacer en su visita, queremos que disfruten del matan”, comentan pobladores de X-Pichil.

Luego de la misa se empieza con el ajetreo del día sacrificando las gallinas más gordas que hay en el gallinero y se escogen  los mejores condimentos que le pondrán a la comida. Es costumbre que se les reciba con su comida favorita, a los pequeñuelos (las ánimas niñas/os) se les prepara un rico caldo con fideos, papa, calabacita y se les pone fruta en la mesa. También se les prepara una ofrenda con velas de colores porque eso les llama la atención y porque los colores simbolizan la alegría infantil, así como las flores.

(Venancia Chuc)

A las ánimas adultas se les prepara un chirmole de pollo o de pavo, que fueron criados para esos propósitos desde meses antes de la llegada de los pixan. También se acostumbra poner una botellita de cerveza si es que era de su agrado.

Las velas son negras y como la santa muerte viene con las ánimas, en la puerta se coloca una ofrenda para ella que consiste en la cabeza del pollo, las patas, el hígado, la molleja, pues como son las partes más huesudas se entretendrá un buen rato comiendo en lo que se termina el matan.

(Venancia Chuc)

Por las noches se colocan las velas afuera de las casas para alumbrar el camino de nuestros visitantes, pues apenas llegaron y estarán con nosotros todo el mes de noviembre.