Diálogos breves y distantes.
“El diálogo real no es hablar con gente que piensa lo mismo que tú”. Zygmunt Bauman.
En los últimos años hemos visto en diferentes escenarios ejercicios de debate público. Empero, ¿son realmente debates? Esta semana vimos la comparecencia de Lorenzo Córdova Vianello, presidente del INE. Se supone que había acudido a explicar a los diputados la necesidad de que se le amplie el presupuesto al instituto electoral. El escenario se convirtió en una denostación personal. Gerardo Fernández Noroña después de darle “la bienvenida” arremetió contra él sin compasión. Lorenzo no sabía si reír o llorar. Trato en vano de defenderse sin mucho éxito. Sin pretender tomar partido, ¿eso es lo que debe pasar en una tribuna legislativa? No se supone, ¿que existe un mecanismo de diálogo para contrastar ideas?
En México, como en muchos países del orbe, nos hemos olvidado de dialogar, ahora impera el relato, la explicación del mundo desde nuestra exclusiva visión. Por eso es muy importante que a las nuevas generaciones los eduquemos en la cultura del diálogo, del consenso, del acuerdo, no de la imposición. Generar espacios de diálogo para dirimir diferencias. En idea de Hegel una tesis, una antítesis para llegar a una síntesis. Habermas también propone una ética discursiva que nos posibilite llegar a acuerdos entre todos sin imponer ideas o conceptos.
Por todo esto nos dimos a la tarea de escribir un libro de Diálogos breves y distantes. Imagínese si se encontrara en un parque, café o restaurante con algún autor universal; Piense que ese personaje sea Nietzsche, Hegel, Tomás de Aquino o Platón. Sería una maravilla poder dialogar sobre el amor y el Estado con Sócrates y Aristóteles, o quizá poder discutir del derecho con Kelsen, Ronald Dworkin y John Rawls. Intercambiar ideas sobre economía con John Stuart Mill, Adam Smith o Malthus. Hablar de política con Hobbes y Maquiavelo. Para intentar comprender el pensamiento de los autores, hay que hablar con ellos. Espero este mismo mes poder presentárselos.
Alguien con justa razón me cuestionó si no era esto un ejercicio egocéntrico, narcisista, pretender dialogar con mentes privilegiadas, ¿Quién soy para hacerlo? Asumo la responsabilidad de tal pretensión. Puede que tenga razón, pero también me comprometo con una enorme responsabilidad académica-histórica, poner sus palabras exactas a mis cuestionamientos, letras justas a la luz de sus doctrinas. Desde luego que no pretendo ponerme al mismo nivel intelectual de ellos, propongo presentarlos de “carne y hueso”, con sus virtudes y méritos, pero también con sus miedos y contradicciones. Finalmente, parafraseando a Nietzsche, efectivamente todos somos: humanos, demasiado humanos.
La filosofía puede ser terapia de vida. Algunos han encontrado en la reflexión filosófica un alivio psico-emocional para su quehacer cotidiano. En general, las personas nos interesamos por cosas que generan utilidad palpable, algún beneficio directo. Desprecian la filosofía por considerarla poco útil, de carácter especulativo. Los individuos no suelen hacer reflexión filosófica. Es por esto que hacer filosofía desde diálogos simulados resulta desde luego un gran reto. Más diálogos menos relatos.