El idioma de la música

A primera vista, la música tiene muchas cosas en común con las lenguas, a diferencia de otras expresiones artísticas...

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A primera vista, la música tiene muchas cosas en común con las lenguas, a diferencia de otras expresiones artísticas.

Puede escribirse y leerse a través de unos símbolos propios, y hay sonidos asociados a ellos que pueden reproducirse vocalmente.

Las dudas empiezan a surgir cuando hablamos de usar la música para decir algo concreto, algo que parece lógico si nos referimos a la música sin letra.

Pero parece que hay pruebas que indican que puede ser un método bastante efectivo para comunicar significados a grandes rasgos, incluso entre distintas culturas.

Siempre se ha dicho que la música está en la fina línea que divide el arte del lenguaje. Los méritos artísticos de la música están más allá de toda duda.

Y así ha sido desde tiempos inmemoriales, pero su efectividad como herramienta para comunicar significados siempre ha sido algo más discutible.

A menudo se asume que la música es universal para el ser humano, nacida gracias a una adaptación específica a la música o como un resultado secundario de las adaptaciones para la percepción del afecto, el lenguaje, el control motor y la audición.

Existe en todas las sociedades, con y sin letra, varía más entre una misma sociedad que entre distintas sociedades, apoya de manera habitual ciertos tipos de comportamiento y tiene características acústicas que están sistemáticamente relacionadas con los objetivos y las respuestas de los cantantes y su audiencia.

Una pieza musical en una escala mayor transmite instintivamente una sensación de paz y serenidad, mientras que la misma pieza en una escala menor explica una historia bastante más triste.

Las obras rápidas en escalas mayores son enérgicas, alegres y una invitación al baile, mientras que aquellas en escala menor transmiten una sensación de caos o catástrofes similares.

Hay otras muchas variables que añaden incluso más información como el tono, el ritmo y el uso de la disonancia.

Con todo esto en mente, es perfectamente posible escuchar las cuatro horas de la ópera wagneriana sin entender ni una palabra de alemán, y tener una idea aproximada del estado de ánimo de cada escena con tan solo escuchar la música.

Sin duda el idioma más maravilloso que existe y en el que nadie tiene la necesidad de una traducción. Hasta la próxima semana.

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