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Estamos en la vorágine de la trampa de las promesas, y como buenos latinoamericanos nos gustan las matas de plátano que sólo hay que estirar la mano para comer. Así que si nos prometen al menos platanales pues estaremos bien. No importa el futuro de nuestros hijos ni la nación que les dejemos, que arreglen ellos el desastre, como los cubanos de la “Generación Y” que han tenido que lidiar con la desidia de sus abuelos y ahora tienen un páramo pantanoso que arar. El ímpetu de las naciones se acaba, se detienen por malos gobiernos y cuesta generaciones volverlas a echar a andar. Una de las herramientas políticas más socorridas es prometer dinero regalado, no nos confundamos, bajar impuestos es regalar dinero del mismo modo que ponerlo en una tarjeta de asistencia social. En esta etapa de campañas vemos propuestas de todos los bandos de garantizar ingresos provenientes del estado a todos los ciudadanos. Sin embargo, otorgar por ciudadanía un modo de vida digno independientemente de su esfuerzo laboral o estudiantil es una pésima solución que ha provocado mucha amargura a quienes la han implementado. España aún sigue inmersa en una crisis sin fin a causa de la deuda estatal provocada por el asistencialismo, cuando se hace global algo como el acceso al famoso “paro” de los españoles es muy difícil diferenciar a infortunados de bribones.

Algo muy diferente es garantizar la existencia digna a desamparados y el acceso gratuito y pleno a la salud de primer nivel a todos sin distinción o la verdadera obligatoriedad de la educación primaria, secundaria y preuniversitaria. Ésta debe ser accesible a todos independientemente de su ubicación geográfica, una escuela de 4 alumnos debería ser un hecho normal si éstos viven en lugares apartados o proveer un sistema de internado a cambio. Escuchando a uno de los candidatos hablando de hacer las cosas diferentes, no pude menos que apagar el video. No hay nada diferente, sólo los mismos métodos de intentar arreglar una nación desde el Estado. Ninguna de las propuestas de los candidatos habla de acabar con el sindicalismo, con la feudalización de la tierra a causa de los arcaicos ejidos, con la imposibilidad de planes verdaderos de infraestructura que motiven la inversión a todo lo largo de la Federación. Es imposible para una empresa de autopartes pensar siquiera en abrir una fábrica en Chiapas y dar trabajo a miles de personas, el riesgo de cierre de carreteras y la absoluta complacencia de las autoridades con esto los deja a merced de incumplir compromisos o recibir materias primas. Lo anterior sin  dejar atrás el sectarismo disfrazado de ecología o los servicios de primera línea en manos de un estado famoso por su ineficiencia. Dar asistencia a todos no es la solución si no modificamos los pilares de la inmovilidad. En esto fallan todos y ninguno se atreve a salirse de la caja, son demasiados los compromisos.

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