El turismo digital

El presidente de la Asociación de Hoteles de Cancún dijo algo interesante en el cierre del Travel Mart...

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El presidente de la Asociación de Hoteles de Cancún dijo algo interesante en el cierre del Travel Mart de este año, refiriéndose a la realidad del turismo y el impacto que ha tenido sobre él no sólo la tecnología, sino las redes sociales: las cosas están cambiando.

Desde hace tiempo, y creo que todos los que usamos redes sociales lo sabemos, nuestra elección de destinos para vacacionar o puntos qué visitar en nuestros viajes, se basa enteramente en el qué dirán… pero digital. Si antes nos decantábamos por un punto gracias a lo que nos recomendaban amigos y conocidos, ahora lo hacemos visitando primero TripAdvisor o Expedia, antes incluso que la cuenta oficial en redes sociales del destino o del hotel.

Leemos con avidez las opiniones de otros viajeros para saber si vamos o no a “x” o “y” lugar, y curiosamente, al menos en este tema, sabemos reconocer cuando los comentarios provienen de “trolls” o usuarios falsos, ¿por qué? Porque a diferencia de las #FakeNews, en el tema de nuestras vacaciones sí ponemos toda nuestra concentración para no ser víctimas de un fraude o engaño.

Hace veinte años, pocos turisteros le daban importancia a las tecnologías, considerando que con tener un sitio web ya estaban cubiertas las necesidades digitales de los clientes. Hasta que llegaron “Wilma” y la crisis de la influenza, que nos demostraron la importancia de estar presentes en la red, no sólo por el bien de nuestros negocios, sino del destino: la información de primera mano, real y sin malicia sobre lo que sucedió tras el paso del meteoro y la enfermedad, debía provenir de nosotros mismos, no de los ojos de un turista con mala fe o de nuestros rivales en el Caribe.

Bajo esta premisa, la actividad turística de Quintana Roo se ha enfrentado a diversos retos, naturales y sociales, y hoy más que nunca se requiere reforzar nuestros productos digitales para asegurar el éxito del sector sobre el cual descansa la economía del estado. Uno de los más recientes “dolores de cabeza” para la industria es el Airbnb, que no termina de cuajar, más o menos como lo que sucede entre Uber y Cabify, y el rancio sindicalismo de los transportistas.

¿Qué significa realmente la oferta del Airbnb? Entre si es un riesgo o una oportunidad, la realidad es que más simple: la transformación de la industria turística hacia las necesidades sociales del visitante, punto sobre el cual Cancún necesita urgentemente hacerse partícipe, pues el concepto “resort city” ha despojado al destino del atractivo que demandan las nuevas generaciones de turistas.

El Airbnb sí es una competencia para los centros de hospedaje de cualquier estrella. Unos la tachan de desleal, otros, de un riesgo para el destino, y no les falta la razón, pues mientras no se regule a cabalidad, habrá situaciones fuera de control que, gracias a la redes sociales, podrían provocar mala imagen no solo para quien arrenda el espacio, sino para toda la industria turística de la ciudad. Sin embargo, no es posible negarse a la realidad.

Los visitantes demandan experiencias menos prefabricadas. Buscan un destino con menos oropel y más encanto social. ¿Por qué? Porque sólo con esas herramientas serán capaces de compartir su experiencia única en las redes sociales, de participar en el gran concierto del turismo digital, de sentir (en el buen sentido) que su opinión tiene valor en TripAdvisor e importancia para otros viajeros. Por eso tienen tanto éxito los paradores fotográficos, porque permiten un momento simpático para tomarse la “selfie” y ser parte de un atractivo “simple”, pero altísimamente buscando para compartirse en las redes sociales, formando así parte de una comunidad en internet.

Cancún necesita no exactamente reinventarse, sino desempolvar su oferta turística, abrirse a la realidad “palpable” a través de las redes sociales, dejando atrás el concepto monolítico y excluyente de “resort city”, para convertirse nuevamente en un destino turístico que genere “me gusta” en internet.

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