Aun cuando pareciera que falta mucho tiempo para el proceso electoral de 2018, la realidad es que desde hace unos meses se ha vislumbrado que el avispero de las diversas fuerzas políticas ya anda caliente con miras precisamente a las elecciones del próximo año. En el 2018 elegiremos a casi cinco veces el número de funcionarios públicos –en comparación con el pasado proceso federal de 2015–, incluyendo la totalidad del Poder Federal, quedando en elección de un Presidente, nueve gobernadores, 508 diputaciones de mayoría relativa en los estados, más los 500 de la Cámara de Diputados, y 347 de representación proporcional o "pluris", más los 128 escaños en el Senado, así como mil 537 alcaldías.

Lo que sí es un hecho que ese domingo tres de junio 2018 podría convertirse en un foro para la viva expresión del descontento social y el malestar de las y los ciudadanos mexicanos. Las autoridades convocarán a cerca de 89 millones de mexicanos inscritos en la lista nominal de electores para participar en la elección federal y 30 elecciones concurrentes en las entidades federativas. Ese escenario electoral se convierte por sí solo en una oportunidad para transitar a nuevos horizontes, donde las autoridades electorales deben ser garantes de un proceso sin tropiezos, donde la ciudadanía tenga la certeza de que podrá expresarse libremente en las urnas.

Hagamos un análisis rápido de los principales partidos y como están actualmente viviendo sus democracias. Por ejemplo, el PRI está viviendo uno de sus peores momentos teniendo a un Presidente de la República con alto grado de reprobación social, casos de corrupción de gobernadores de su partido, aumento de gasolinas, ejecuciones entre muchas cosas más que no les garantizan un proceso electoral benéfico.

A nivel federal es indudable que con los graves errores de Peña Nieto el PRI tiene pocas posibilidades de volver a ganar la presidencia de la República, aunque no se le debe subestimar porque sigue siendo el partido con la mejor estructura en todo el país, lo que le ha servido para ganar el mayor número de escaños en el legislativo.  Las cosas en el PAN andan un poco similares en comparación con el tricolor, porque si bien en las pasadas elecciones estatales fue altamente competitivo, enfrenta conflictos internos importantes, sobre todo la disputa de quien será su abanderado a la presidencia de la república en el 2018. Ricardo Anaya, Rafael Moreno Valle  y Margarita Zavala viven jalándose el chongo.

 El PRI tiene ya por lo menos tres precandidatos presidenciales: el Secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, el Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y el Secretario de Hacienda, José Antonio Meade.

El PRD se encuentra fragmentado y, probablemente, en la peor crisis interna de su historia. La salida de figuras relevantes, sobre todo de senadores, y el avance de Morena como principal opción de las izquierdas, permiten suponer que la meta razonable de ese partido para 2018 es no perder el registro. Estos últimos días ha tomado fuerza la contienda, y digo “contienda” porque aun cuando todavía no existe un solo candidato oficial por ningún partido, y en el mejor de los casos se conoce uno que otro precandidato, nuestra clase política ya pisó fuerte el acelerador y ha puesto toda su atención en la ruta rumbo a las elecciones, sobre todo si de las presidenciales se trata.

El problema para todos los partidos políticos se dará en los estados en lo que respecta a senadores y diputados federales, y peor será en los estados donde concurrirán elecciones locales, ya sea para gobernador, presidentes municipales y diputados locales. Habrá pues algunos estados en que los ciudadanos cruzarán hasta siete boletas electorales, y quien sabe con cuantos logos de partidos políticos y candidatos en cada una de ellas. Las elecciones 2018 serán sin lugar a dudas un proceso que marcará historia de nuestro país sobre todo porque las figuras de candidatos independientes jugarán un papel de suma importancia.