Destruyen las instituciones mexicanas

Martínez había escuchado poco de los recortes draconianos que se pensaban hacer...

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AMLO Y BUENROSTRO: DESTRUYEN LAS INSTITUCIONES MEXICANAS. La vida política de Germán Martínez dentro del gabinete ampliado del presidente Andrés Manuel López Obrador comenzó difícil y se puso peor. Aceptó ser director del Instituto Mexicano del Seguro Social después, incluso, de que los síntomas neoliberales en el cuerpo de la cuarta transformación emergieran en la arena pública.

Martínez había escuchado poco de los recortes draconianos que se pensaban hacer tan pronto López Obrador asumiera la Presidencia, y las recomendaciones, casi instrucciones, que se estaba haciendo al gobierno del presidente Enrique Peña Nieto durante la transición. Por ejemplo, que dejaran de comprar medicinas porque iban a revisar todos los contratos. Todo el discurso del despido masivo de funcionarios y burócratas, de recortes presupuestales y disminución de servicios se había dado bajo el mismo alegato: austeridad y erradicación de los abusos del pasado. Esa visión finalmente se estrelló con la realidad con la renuncia de Martínez al frente del Seguro Social.

No hay dinero para las medicinas, pero sí se le compran por más de 160 millones de pesos al excandidato de Morena al gobierno de Jalisco. No hay dinero para hospitales, pero sí para tirar un aeropuerto a la mitad y hacer otro donde hay un cerro. No hay dinero para las guarderías, pero sí para construir una refinería que todos le han dicho que es un pésimo negocio. No hay dinero para los incendios, no hay dinero para las universidades, no hay para los refugios de mujeres víctimas de violencia, pero sí hay para repartir efectivo por todo el país.

¿No lo atienden en el IMSS? Páguese su doctor, que para eso le llega su dinerito en efectivo. ¿No le dan sus medicinas en el Seguro? Cómpreselas en la farmacia, que para eso apoya el gobierno con su sobrecito mensual.

¿Primero los pobres o primero el presidente? La carta de renuncia de Germán Martínez a la Dirección General del IMSS es la crítica más dura y documentada a la autoproclamada 4T, sobre todo porque vino desde dentro. El secretario Urzúa y la super oficial mayor Buenrostro (denunciados sin nombre en la carta de Martínez) sólo son los ejecutores de la voluntad del presidente AMLO que ha generado una parálisis de gobierno.

Raquel Buenrostro Sánchez, oficial mayor de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público y una de las personas que más poder ha acumulado en la presidencia de Andrés Manuel López Obrador, poder que resienten en varios lados. Buenrostro Sánchez se ha convertido en un dique infranqueable dentro y fuera del gobierno.

Y ha concentrado un poder que lo mismo resienten secretarios de Estado y directores de dependencias, que proveedores de la administración. Buenrostro es vista como un brazo ejecutor de AMLO que llega a tener más iniciativa de la debida.

El que le ha dado ese poder, sin embargo, es el presidente, que lo mismo se ha recargado en ella para centralizar todas las compras del gobierno que para sortear algunas crisis, como la del abasto del combustible, en la que Buenrostro fue una de las tres personas encargadas de comprar pipas en el extranjero.

En el gobierno se escucha que Buenrostro tiene detenido todo. Que decide lo mismo pagos que recortes, que lo hace sin cuidar debidamente las líneas de mando y sin medir las consecuencias que sus instrucciones tendrán en la operación del gobierno e incluso en la captación de ingresos. Su mano se hace sentir incluso más que la del subsecretario de Egresos o que el mismo secretario de Hacienda.

De todas, la crítica que debería calarle más hondo al presidente es la de la insensibilidad frente a la población más vulnerable y pobre. Los recortes drásticos y la política de ahorros a toda costa parece neoliberal, como lo señala Germán Martínez en su carta, pero cuando se completa la película vemos que el dinero está redirigido a un proyecto de populismo extremo: tres obras de infraestructura en las que sólo cree un hombre, el presidente, en contra de los suyos, en contra de las evidencias técnicas y en contra de los señalamientos nacionales e internacionales; y un grupo de programas en los que se anula a las instituciones y se privilegia el apoyo directo con dinero entregado en mano a nombre de ese hombre, el presidente.

Seguir por esa ruta es apostar por el desmantelamiento del Estado para engrandecer la figura de un líder supremo. Se va dejando manco, cojo, ciego al Estado, para alimentar al ganso. Una cosa es cortar excesos, lujos, privilegios, camionetas blindadas, etc., otra cosa es paralizar al gobierno a costa de los más depauperados.

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