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Septiembre el mes de la patria, el mes de la tragedia nacional. Los sismos de los días 7 y 19 ya forman parte del calendario cívico de nuestro país, con sus lecciones de solidaridad y mezquindad que se esperan de un evento de esta naturaleza.

Producto de la tragedia en sí misma, hay lecciones interesantes que #FuerzaMéxico no deja sobre el comportamiento de los mexicanos, también sobre el empleo de la tecnología, internet y redes sociales, que sin darnos cuenta, se transformaron en el canal de comunicación con valor y veracidad que siempre quisimos que fuera.

El poder de la inmediatez

Los mexicanos hacemos mofa de nuestra necesidad por decir que está lloviendo, a pesar de que todo el mundo lo sabe, y eso pasaba también con los temblores, hasta hoy, cuando de la gracia pasamos a la consternación que cada tweet nos provocaba.

En cada actualización nos enterábamos de la magnitud, daños, estado de amigos y familiares, en muchísimo menos tiempo de lo que nosotros podríamos esperar, pues de repente, esos mensajes que nos hacían reír, fueron la clave para informarnos en tiempo real y actuar en consecuencia.

Lee, analiza, piensa y comparte

Pasado el asombro de los primeros datos, los usuarios de redes sociales no vimos atrapados en un canal informativo asombroso. Prácticamente todos tenían algo que decir o compartir sobre los temblores, ya sea de primera mano o un dato perdido en su timeline.

Esto provocó el problema al que estamos acostumbrados en redes sociales: la veracidad de los hechos. Entre las #fakenews y los rewtweets obsoletos, mucha gente se perdió en el caudal informativo y arrastró a sus seguidores por no dar seguimiento a los mensajes que compartía, o simplemente, difundir datos sin sentido, como esas tonterías del “megaterremoto” o que la tierra se abrió en Puebla.

La solución fue ocupar los cuatro pasos básicos de la información en internet: leer la información, analizar su veracidad y oportunidad; pensar si realmente vale la pena, no sólo el dato, sino su objetivo; y de ser útil, compartirlo. Con eso, las #fakenews pierden mucho de su efecto desinformador.

También sirve para eso                             

Los mexicanos (y medio planeta) vivimos pegados al teléfono inteligente, actualizando estados, ubicaciones, actividades y compartiendo nuestra impresión del mundo. Estas sencillas “cosas de millennials” fueron de enorme ayuda tras el sismo, especialmente en la Ciudad de México, pues a través de esos tweets o actualizaciones de Facebook, muchas familias pudieron ubicar o al menos conocer el paradero de sus seres queridos al momento del temblor, y en los casos más trágicos, las víctimas fueron capaces de dar a conocer que estaban atrapadas o en edificios en riesgo de caer.

Unión generacional

La generación “X” revivió la tragedia de 1985 y desde el primer momento tomó conciencia de la magnitud de desastre, movilizándose inmediatamente para ubicar a sus familiares y ayudar donde se pudiera, pues sabían lo que vendría después.  

Los “xennials” pudieron sentir lo que sus padres les contaban sobre el terremoto de hace 32 años y tomaron las redes para informarse en tiempo real de los hechos, difundir esta información junto con su versión y realidad para crear la fuente de información más real y enfocada al momento, evitando la comparación barata entre este y el sismo de 1985.

En tanto, los “millennials” descubrieron que sus habilidades para las redes sociales fueron la diferencia para muchas personas. Su capacidad para navegar en tiempo real en varias aplicaciones fue crucial para salvar vidas, informar, difundir y canalizar ayudar. Tecnología aparte, ese sentimiento “millennial” de solidaridad comunitaria, tuvo el mejor escenario para desarrollarse en el mundo fuera de línea.

En la red, nada más no pintan

Gobierno, legisladores, líderes y partidos políticos, obviamente no brillaron por su ausencia, pero sí provocaron el repudio en las redes sociales. Prácticamente nadie se salvó de los reclamos de los ciudadanos digitales, especialmente por su ausencia física en las labores de ayuda.

Además, la tragedia sacó a colación el ya de por sí controversial financiamiento público a los partidos políticos, que por más que se entienda y sea legal, dentro y fuera de línea no se comprende el dispendio, dado los probados señalamientos en contra de estos institutos y sus dirigentes.

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