Hay que leerlos y escucharles

El martes pasado, el escritor chetumaleño Miguel Manjarrez Torres presentó en la Casa de la Cultura de Cancún su más reciente novela: “Orbelina”...

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El martes pasado, el escritor chetumaleño Miguel Manjarrez Torres presentó en la Casa de la Cultura de Cancún su más reciente novela: “Orbelina”, editada por El Nido del Fénix, y basada en la historia de la mujer del mismo nombre (1936-2009), originaria de El Salvador, pero avecindada en Mérida.

La obra es una mezcla de realidad y ficción, una necesidad literaria característica de sus trabajos anteriores: “Cuéntame, Gatito” (novela corta, 2001), “Había una vez” (cuentos, 2002) y “Nada que fingir” (cuentos, 2015).

En charla aparte, Miguel destacaba que hay mucho talento literario en Quintana Roo, pero lamentablemente poco o nulo apoyo de quienes deberían prestarlo sin condiciones. “No es nuevo, ni del último quinquenio. Llevo 15 años enfrentado a la poca ayuda de las autoridades, que prometen, aunque no cumplen”, sostuvo.

¿A qué se debe? Manjarrez dio pistas de los motivos, expresados de alguna manera en esta opinión, aun cuando las conjeturas son propias de quien redacta. En el fondo, es un análisis de lo obvio, aunque el panorama podría ser peor si de las entrañas de la cultura se extrajera una memoria. Porque ésta ha sido utilizada con fines poco amables.

Primero: es reprobable la ignorancia de los encargados. Generalmente no son personas ligadas al ámbito, sino impuestas, como de relleno; que desconocen de talentos, así como de procedimientos y posibilidades de incentivar la creación artística. No cubren el perfil ni muestran voluntad, lo cual podría salvar a muchos del fracaso.

Segundo: los escritores están dispersos en Quintana Roo. Se habla de envidias, celo profesional y capacidades, pero en asuntos como el acceso a los presupuestos o la difusión oficial se requiere la unidad de los miembros. No lo contrario. Así, ganarían más espacios, presencia y beneficios como tienen los deportistas (a veces, también).

El chetumaleño, radicado por estas fechas en Cancún, subraya la excepción de una generación valiosa de la capital, bajo la tutela de dos grandes: su coterráneo Javier España Novelo y el bacalarense Ramón Iván Suárez Caamal, cuyos alumnos no solo se reúnen con frecuencia, sino están dejando una huella similar. Una firma común.

Tercero: la poca educación al respecto. En casas y escuelas no se fomenta suficientemente la lectura, menos aún el respeto por alguien que aspira a regalar sentimientos con las letras. Se han sacrificado planes de estudios, lo mismo que recursos y tribuna, para favorecer n teoría a otros campos del conocimiento. Pero no ha sido así.

Los servidores públicos deben repensar la estrategia (si es que hubo) y fortalecer todas las expresiones. Aún hay tiempo.

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