Hospitales federales de terror

El reciente incidente en Playa del Carmen, en el cual una niña perdió la vida trágicamente...

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El reciente incidente en Playa del Carmen, en el cual una niña perdió la vida trágicamente al ser aplastada en un elevador, nos conmociona, pero sobre todo nos lleva a reflexionar sobre el abandono en el que nuestro sistema de salud federal se encuentra.

Es inaceptable que una situación tan devastadora haya ocurrido, especialmente en un lugar público donde se espera que se tomen todas las precauciones necesarias para proteger la integridad de las personas, los pacientes, enfermos, especialmente de los más vulnerables como los niños.  

Esta terrible tragedia nos deja con muchas interrogantes y nos obliga a cuestionar el estado de los sistemas de seguridad y mantenimiento de la infraestructura hospitalaria en nuestro país y nuestro estado Quintana Roo.

A raíz del accidente, se deja en claro que es crucial que las autoridades y las empresas responsables de la instalación y el mantenimiento de los elevadores asuman su responsabilidad y realicen inspecciones regulares para garantizar que estos dispositivos cumplan con los más altos estándares de seguridad.

Además, es esencial que se implementen protocolos de emergencia claros y efectivos en caso de cualquier falla o incidente.

No podemos permitir que este tipo de accidentes se repitan. Es imperativo que se realicen investigaciones exhaustivas para determinar las causas exactas de este trágico suceso y se tomen las medidas necesarias para evitar que vuelva a ocurrir y no se usen chivos expiatorios, como condenó el propio presidente Andrés Manuel López Obrador.

Pero este lamentable hecho es también una oportunidad para denunciar el abandono y negligencia que existe en los hospitales federales que hay en el estado, tales como el IMSS y el Issste, que padecen problemas desde hace más de siete décadas.

Pareciera que el tiempo no ha pasado, y que la promesa de transformación en estos nosocomios se quedó en el olvido, pues el abandono y las carencias han sido denunciadas un sinnúmero de veces no solo por los derechohabientes, sino por los propios médicos, enfermeros y personal de los hospitales.

No es posible que hasta el día de hoy los baños no funcionen, que a los pacientes se les dé batas derruidas por el uso y el tiempo, que los aires acondicionados fallen, que se cancelen cirugías porque no hay luz.

Que los derechohabientes tengan que comprar sus medicamentos porque en las farmacias de las dependencias federales no hay, o que, por ejemplo, en la clínica del Issste de Chetumal sólo existe una fisioterapeuta, que da citas para dentro de cinco meses, justo cuando el paciente ya se recuperó de su lesión.

¿A quién acuden los enfermos y sus familiares para quejarse? No hay, no existe. Con justa razón se le reclama al presidente de que se ha olvidado de la salud de los mexicanos, y sobre todo de los trabajadores, derechohabientes a quienes se les descuenta quincenalmente su aportación de seguridad social.

El caso de la niña que perdió la vida en un elevador en Playa del Carmen es un recordatorio angustiante de la importancia de la seguridad social y su decadencia en México.

Es fundamental que las autoridades tomen las medidas necesarias para garantizar que la infraestructura hospitalaria federal esté en condiciones óptimas y cumplan con los estándares de seguridad adecuados.

¿Ya mero llega el sistema de salud de Dinamarca a México?

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