Huir del sufrimiento

“El que no considera lo que tiene como la riqueza más grande, es desdichado, aunque sea dueño del mundo” Epicuro

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Platicando con una persona madura de poco más de 30 años, me decía que su vida fue lo más placentera, nunca conoció el sufrimiento, nunca le dijeron sus padres a nada no. Vivía en medio de una gran burbuja sin darse cuenta, todo se lo daban, nunca padeció nada. Tenía viajes, el coche de moda, ropa de marca, toda la tecnología, comidas, absolutamente todo, nunca careció de nada.

Un día hubo un accidente y sus padres ya no estaban, su mundo hedonista-narcisista se derrumbó, le costó más trabajo y fue más doloroso enfrentarse al mundo real, de trabajo, de esfuerzo para lograr las cosas, que la pérdida de sus padres.

Vivimos un mundo rodeado de placer, de felicidad, dando un culto extraordinario al hedonismo. Vivir en un hedonismo cueste lo que cueste, buscando en el día a día metas más altas de placer. Llegando a evadir la realidad, sumergidos en un narcisismo, viendo la vida con una complacencia ilimitada.

Toda gira en cómo lograr esta felicidad, teniendo cotas mayores de un supuesto bienestar. Para vivirlo se abre la puerta del permisivismo que nos lleva a aventar por una gran barranca los valores más altos que podamos tener. Nos dice Enrique Rojas: convirtiendo el hedonismo y el permisivismo en pilares de la vida cotidiana. Y como todo se puede y sólo se busca el placer, todo se vale mientras seas feliz, se sigue el sendero del consumismo; adquirir todo, gastar todo; solo así llegaremos a una supuesta felicidad. En este consumismo las personas se vuelven incapaces de decir “no” a los estímulos comerciales que han creado falsas necesidades en la sociedad.

Hoy vemos a personas en esta gran crisis, desesperadas sin poder gastar y comprar todo lo que quieren. Realmente la están pasando muy mal por no saber que la sobriedad es una gran virtud para vivirla y llevarla a cabo.

Nadie busca el sufrimiento, y es normal, se busca por todos los medios negar que exista cualquier cosa contraria al placer, a la vida fácil. Padres de familia que hacen todo lo posible para que sus hijos pequeños y no tan pequeños no se enfrenten al sufrimiento, y como dice el dicho: “todo sea miel sobre hojuelas”. Complaciendo en todo a sus hijos sin importar las deudas, o todo aquello que a los padres signifiquen una renuncia. Sin embargo, los padres sí renuncian a cosas por los hijos, pero esa renuncia no pueden transmitirla a los hijos.

La vida sigue su curso, y tarde o temprano todos enfrentamos al sufrimiento crudo de la vida. Puede ser de muchas maneras: con la muerte de un ser querido, una enfermedad prolongada de un miembro de la familia o de uno mismo, crisis económica, la lista puede variar en cada persona.

El camino hedonista aparentemente es fácil para llevarlo a cabo, la sociedad nos lo impulsa, nos lo promueve, pero ese mundo irreal no nos prepara para estos acontecimientos de la vida cotidiana. Todos estos padres de familia que buscan por todos los medios que los hijos no se enfrenten a un sufrimiento, para evitar lo que ellos sufrieron de niños, con cosas simples y sencillas cosas, dar todos los juguetes de moda, toda la ropa de marca que desean los hijos, toda la tecnología de punta, todas las salidas que buscan los hijos. Cuando estas cosas pequeñas no las saben manejar, no están habituadas a ellas. ¿Cómo podrán enfrentar la enfermedad prolongada de un padre o de una madre? ¿O la enfermedad propia? ¿Cómo enfrentar una crisis económica? ¿Cómo enfrentar la pérdida de un amigo, del padre o la madre? Etcétera.

Este joven, arriba mencionado, hoy a más de diez años del incidente, les da gracias a sus padres por la vida, pero no les agradece para nada el hecho que no lo educaron ni a él ni a sus hermanos en el mundo real, sino en uno artificial creado para ellos, un mundo tan frágil, débil, que los vendavales de la vida te derriban fácilmente. Les ha costado mucho salir adelante de ese golpe, se han esforzado demasiado para lograrlo.

Este joven casado y con un bebé me comentaba la importancia que tiene para él hoy no estimular los instintos y pasiones de su hijo y los que vendrán, sino educarlos; enseñarles que la vida no es fácil, pero es importante vivirla el día a día, con retos cada vez mayores, enraizados en los valores para que aprendan a tener criterios propios, y sepan el camino del bien y del mal. La vida tarde o temprano muestra su realidad, educar a los hijos a saber enfrentarla es parte del reto.

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