Cumpleaños del PRI en la miseria

Este cuatro de marzo el PRI cumplió 88 años, en condiciones muy complicadas a nivel nacional pero instalado en Los Pinos...

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Este cuatro de marzo el PRI cumplió 88 años, en condiciones muy complicadas a nivel nacional pero instalado en Los Pinos, aunque muchos lo dan por muerto en la cercana batalla presidencial. Pero en Quintana Roo nada tuvo que festejar porque ha sido el letal arquitecto de sus derrotas, con esa combinación de prepotencia y adicción por el latrocinio que lo hicieron tan despreciable para los electores que todo habían perdonado a sus figuras más poderosas.

El PRI tuvo siete amos a partir de 1975: los ex gobernadores Jesús Martínez Ross, Pedro Joaquín Coldwell, Miguel Borge Martín, Mario Villanueva Madrid, Joaquín Hendricks Díaz, Félix González Canto y Roberto Borge Angulo. Los dirigentes visibles del partido fueron mayordomos del gobernador priista que en un arrebato de mal humor podía despedirlos sin dar explicaciones.

Por ello desde el derrumbe de Roberto Borge su partido no tiene liderazgo efectivo, ya que el chip de los priistas encumbrados los obliga a obedecer sin chistar a su gobernador. Ya sin monarca, todos los priistas andan sueltos e incluso el ex senador chetumaleño Eduardo Ovando Martínez prefirió abandonar la canoa agujereada, mientras el diputado federal José Luis “Chanito” Toledo Medina aguarda la coyuntura para despedirse.

La catástrofe del PRI se desató el cinco de febrero de 2016 con la carta renuncia de Carlos Joaquín González, quien olfateó el bloqueo del gobernador Roberto Borge a su intención de competir por la candidatura estrella. Con Carlos Joaquín se fueron varios priistas notables que siguen amando a su partido madre, como el alcalde chetumaleño Luis Torres Llanes.

Vean lo que perdió el PRI, además de la gubernatura que siempre había sido suya: las alcaldías de Cancún, Lázaro Cárdenas, Puerto Morelos, Cozumel, Playa del Carmen, Othón P. Blanco y Bacalar. Suyas son Isla Mujeres, Tulum, José María Morelos y Felipe Carrillo Puerto. Y en el Congreso local fueron humillados al ser desplazados de la Gran Comisión del Congreso, donde tenían derecho a ser incluidos.

Pero lo que más golpea a los priistas es el desprecio de casi todos los quintanarroenses, por los actos de corrupción que combinaron con una capacidad tan dañina que provocó una bravísima reacción en las urnas. Se hicieron odiar, y así les fue.

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