Se acaban campañas y órganos electorales

Las elecciones que se realizarán el próximo domingo en seis estados del país...

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Las elecciones que se realizarán el próximo domingo en seis estados del país, pudieran ser las últimas que lleven a cabo los Órganos Públicos Locales Electorales (OPLEs), generando con su extinción un ahorro anual de unos nueve mil millones de pesos, pero sin que represente una mejoría sustancial en la calidad de las elecciones de las autoridades de México, aunque esa no parezca ser una prioridad ni ciudadana ni del poder.

 El país se encuentra embelesado con el discurso de la racionalidad en el gasto y la terminación de privilegios, pero lo único que existe sobre el tema es discurso, pues los recortes presupuestales han cancelado actividades sustanciales, sea la promoción turística, la afectación al sector salud, los despidos masivos de instancias federales; entre otros, pero no hay visos de mejora en la calidad del gobierno, de dinámicas nuevas en las delegaciones federales –estancadas por cierto por la falta de ministración de dinero a sus respectivos programas- y tan sólo hay un cambio de privilegiados, aunque se trate de la misma clase política nacional.

 En esa lógica se inserta ahora la iniciativa del diputado de Morena, Sergio Carlos Gutiérrez Luna, quien ha señalado que el Instituto Nacional Electoral (INE) detenta desde 2014 las funciones sustanciales de los procesos y los OPLEs representan duplicidad en muchas de las funciones, pero además un gasto excesivo que bien pudieran destinarse a acciones de desarrollo social. Lo expresado por el legislador es cierto en gran parte; sólo que no se ha propuesto ninguna medida que mejore la calidad de las elecciones, que regrese la confianza de los electores en los procesos, que incentive de manera efectiva su participación en los comicios, y sobre todo, que obligue a los actores políticos a un mejor desempeño y a cumplir lo que se promete en aras de conseguir el poder.

 Con OPLEs y sin ellos, los procesos electorales están cuestionados; ante ello, la lógica indica que, si de todas formas nadie cree en los organismos comiciales, por lo menos ahorrarse nueve mil millones de pesos anuales es una medida adecuada, pero la centralización de las elecciones trae aparejados los apetitos de concentrar vicios existentes en un solo ente; por ello la teoría y acción de la administración pública ha tendido –desde el siglo XIX- a la descentralización de funciones y profesionalización de burocracias, pero de eso nada se propone.

 Por ejemplo, hoy lunes faltan seis días para la renovación del Congreso local quintanarroense, en un entorno de absoluta desconfianza hacia los órganos y actores políticos, con la esperanza de los que detentan el poder de que la gente no salga a votar y “movilizar” así a sus “estructuras” para aferrarse al poder, mientras la Cuarta Transformación hace lo propio extendiendo el mensaje presidencial para que les alcance para refrendar el triunfo con la imagen de Andrés Manuel López Obrador. Y así por el estilo es el estado de cosas en entidades como Puebla, Aguascalientes, Baja California, Durango y Tamaulipas.

 Después vendrá una nueva reforma político electoral en el país, en los siguientes dos años pudieran quedar extinguidos los organismos electorales de los estados, pero la carencia básica persiste, no hay garantía de transparencia y legitimidad en las elecciones futuras, basten ver los procesos de designación de consejeros locales por parte del INE o de magistrados estatales por parte del Senado para advertir que son acciones absolutamente viciadas, adornadas con discursos de profesionalización, aunque subyace el “cuotismo” para equilibrar lo político, cuando la tarea debiera ser absolutamente técnica.

 Así, si nos van a robar, pues que nos roben otros, es el grito que parece generalizado. Si de todas formas no hay calidad de elecciones, pues por lo menos que no le cuesten al erario, se afirma por otro lado; pero eso sí, elección tras elección, el ciudadano se queja de que ha sido engañado y los perdedores de las contiendas asumen siempre el discurso de “me la robaron”, cuando no aportan soluciones reales, pues mantienen la esperanza de alcanzar las arcas y que los persistentes vicios les favorezcan en el ejercicio del poder; esa es la lamentable realidad, así se observa desde aquí, A Tiro de Piedra. Nos leemos en la próxima.

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