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Cultura que se vive y se siente, esa que se lleva marcada para cada mes del año, esa que se enaltece en el tatuaje ya impreso en el habla, en el andar, en la mirada y en cada pensamiento; que señala la mexicanidad y que sin dejar de lado, se establece en la política también.

A la mexicana: la política desculturalizada o la cultura despolitizada, se ubican de ambas formas similares. Las expresiones múltiples del subconsciente sólo expresado en las redes sociales, donde a bocanadas se exige y grita lo que se considera deshonesto, desleal, injusto y hasta estúpido. Es el espacio catártico, donde la política y la cultura se conjugan para formar lo que somos; las caretas salen y todos, en los estilos que la diversidad de la educación pueden articularse, pronuncian sus inconformidades: complacientes, vulgares, groseros, pedantes, sofisticados, conocedores, y más.

Si, si existe la descultura política o la cultura despolitizada. Si hay una participación, no se puede negar. Es el estilo muy particular que la cultura nacional ha ido amasando a lo largo de los siglos, es la carga misma de la historia y sus devenires que se impregna en cada generación, llámese como se llamen, desde baby boomers hasta nativos pasando por milenials e intermedios y los que vengan. Es lo que ha formado el pensamiento de cada connacional, es como han moldeado sus estructuras de pensamiento, es esa historia que se convierte en cíclica, establecida y aceptada.

Y los diferentes, esos que se expresan por  una clase social mediera, que se manifiestan como cansados de una supuesta cultura despolitizada o descultura politizada, son quienes sólo tratan de girar un poco la forma de entender la cultura nacional y sus formas de pensamiento, son esos que le dan un toque “picosón” y que hacen de éste México un país más atractivo.

Cambiar la estructura de pensamiento de una cultura despolitizada o lo que creemos es tal, llevará seguramente décadas o  bien, podríamos apostar por una terapia de shock que permita tal impacto social, que entonces se modifiquen las cosmovisiones, la forma de entender la dinámica de éste nuestro México. Porque lo que finalmente tenemos es una cultura politizada: con expresiones propias, con arrebatos establecidos, con variantes que permiten una unidad en la disociación, con millones y millones de ideas que al unísono convergen en la apatía, la indiferencia, el desinterés, el apocamiento, la inmovilidad, el desaire y la dignidad.

La cultura y la política existen, cada sociedad le imprime su sello particular al amalgamarles. La pregunta es: ¿Qué metamorfosis esperamos ver en lo ya constituido?

 

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