La Guadalupana, ¿garantía de salud para sus hijitos mexicanos?
Elisa Queijeiro propone retomar las cualidades de la Guadalupana, que son integración, reconciliación, fortaleza y desde allí hacernos responsables de nosotros mismos.
CANCÚN, Q. Roo.- El fervor manifestado a la Virgen de Guadalupe, la aparición mariana con más arraigo en América Latina, ha traspasado fronteras, generaciones e incluso ideales religiosos y culturales. Aquella mujer vestida de sol y cuya primera intervención con Juan Diego hace referencia a una sanación, a la de su tío Juan Bernardino, pone en reflexión al mexicano contemporáneo en este tiempo de pandemia por coronavirus, sobre si ella es una garantía de salud, en términos de fe y humanismo.
En entrevista exclusiva para Novedades de Quintana Roo, la humanista, conferencista y escritora Elisa Queijeiro, considerada como la Story Teller de México, nos compartió que la Virgen de Guadalupe mantiene hasta hoy en día su poder debido a su esencia, la cual define como la reconciliación.
“Cuando ella se aparece en el cerro de la Coatlicue, le habla a Juan Diego, y además tiene en su manto y expresión una serie de símbolos, que eran códices comprendidos por el mundo prehispánico. Logra en el corazón indígena la comprensión de una nueva fe, aún no entendida, pero en cierto modo ya palpada en el ánimo azteca”, refiere.
“Es una esencia femenina que viene con mano firme a pedir algo (una casa en el Tepeyac al hombre blanco) y a vivir otra cuestión que se suma a lo mismo (el amor y protección al pueblo originario)”, acotó.
El fervor en los efectos de la salud
Elisa señala que la primera conversión masiva de los indígenas mexicanos al catolicismo de manera voluntaria se tiene registrada en 1534, tres años después de la aparición de la morenita en el cerro del Tepeyac.
Teniendo como base el Nican Mopohua, libro en donde se relata el prodigioso hecho. La investigadora hace hincapié en que la autoría de esta recopilación de relatos se adjudica a Antonio Valeriano, un indígena converso, quien fue gobernador de la población México-Tenochtitlán. A su vez, señala que la narración comprende formas peculiares de diminutivos indígenas, que permite un puente cultural, social y religioso entre el mundo prehispánico y el mundo occidental.
¿Fe es a femenino, como ciencia es a masculino?
Al ser interrogada sobre fe y ciencia, señaló que todas las características de la fe, es decir aquello que permite estar en contacto profundo con la espiritualidad, como cada quien la conciba, son rasgos femeninos; mientras que la ciencia, siendo un mundo estructurado, civilizado, de notas matemáticas perfectas, comprende rasgos masculinos.
Para Queijeiro, una fe madura es aquella que se cuestiona y se sigue conociendo a través de la propia experiencia. Gracias a ello la salud y la enfermedad son atendidas con la importancia merecidas sin caer en extremismos o ignorancias, como en el caso de la peste Bubónica, en la Edad Media, cuando se creía que la calamidad era obra de un castigo divino. Señalando que los tiempos pandémicos provocan que la gente busque en qué creer, en algo que le dé certeza.
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Salud, fe y la esencia de la Guadalupana
La comunicóloga manifiesta que la comprensión de la salud presenta cierta división desde el choque de culturas, del cual nació la mexicanidad. Ejemplificando que en el mundo prehispánico, cuando una mujer daba a luz en el Temazcal era incitada a tomar la fuerza de la coatlicue que habitaba en ella; mientras que la cultura judeocristiana nos ha enseñado a pedir a un poder superior, haciéndolo en cierta parte responsable directo de nuestro propio ser. Es decir, al expresar: “Madre, ven y sálvame”, le adjudicamos todo lo inherente a nosotros, desajenándonos de nuestras acciones, consecuencias y por supuesto responsabilidades.
Para conectar salud, fe y Virgen de Guadalupe, Queijeiro puntualiza que “una fe desde el miedo, no es necesariamente una fe fuerte o madura, si no puede ser una fe desde un lugar muy poco alineado, en donde si algo pasa, entonces ella (la Virgen de Guadalupe) no vino a salvarte”. Ante ello, la conferencista mexicana propone retomar las cualidades de la Guadalupana, que son integración, reconciliación, fortaleza y desde allí hacernos responsables de nosotros mismos, con pequeñas pero certeras acciones como alimentarse bien, usar el cubrebocas, atender las recomendaciones médicas, entre otras.
“Que este 12 de diciembre, que no podemos acudir a la basílica de Guadalupe para preservar la salud común, hagamos una conexión con Guadalupe Tonatzin desde el conocimiento”, recomendó la autora de Las hijas de Eva y Lilith.