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El “barco de historias”, como lo llama el capitán, aún aguanta unos viajes más. (Victoria González/SIPSE)
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Victoria González/SIPSE
CANCÚN, Q. Roo.-Si las historias de pescadores relatan aventuras con sirenas, animales fantásticos y visitas a “otros mundos”, los tripulantes del barco camaronero “El Pescador” tienen relatos más humanos en los que privan la amistad y hermandad formada por horas, días y meses de recorrer juntos las aguas del mar Caribe. 

Después de 23 días en altamar, el capitán, Luis Felipe Chan, y los marineros Manuel Araujo, Eric de la Cruz Baeza, Jorge Andrade, Pedro Argüelles y Noé Domínguez, atracaron el navío que tiene 35 años de antigüedad, en la Terminal Marítima de Puerto Juárez.

Entre risas, bromas y chistes locales, los marineros platicaban mientras desembarcaban las 3.5 toneladas de camarones roca que capturaron en este viaje, para abastecer a los clientes en la Semana Santa.

"Barco de historias"

Con el paso de las horas los chistes y los apodos empezaron a fluir y el “folclórico” lenguaje no se hizo esperar, provocando más de un gesto de asombro y carcajadas, al recordar que la lente de Novedades Quintana Roo estaba con ellos.

El “barco de historias”, como lo llama el capitán, aún aguanta unos viajes más, “es fuerte y generoso”. “Ya no es como cuando llegó al mar: como una quinceañera”, comentó a su vez “La Pájara”, apodo con que los amigos conocen a Pedro Argüelles.

Recordaron que cuando “El Pescador” era nuevo, tenía servicio de agua caliente y aire acondicionado, “después de todo es como los viejos, cansado, pero luchador; aunque hay cosas que ya no tienen reparación, por tantos años que ha estado en el mar”, suspiró el camaronero.

Historias y risas en altamar

El capitán contó que cuando están en medio de la nada, al amparo del cielo caribeño, el silencio prevalece, todos los compañeros vacilan hasta cansarlo, riéndose de las burlas que le hacen, pero siempre les deja claro que “el que se sabe llevar, se aguanta, para que luego no haya pleitos, pues en la tripulación no se aceptan problemas”. Dijo que siempre hay chistes y cuentos a bordo, uno que otro cotorreo “para fastidiar al que se deje, y pues comer y comer, e ir al baño”.                                        

La radio es la única voz extraña que se escucha durante los días que alcancemos a estar en el mar, el que nos hace saber la hora y nos provoca uno que otro bailecito”, comentó uno de los marinero.

Para sonrojar al capitán, “El Güero”, como le llaman a Eric Baeza, contó que “cuando hay frío, el capitán apapacha al más tiernito”, lo que provocó las risas de los demás, y que el aludido se sonrojara, no sin advertirles que no hicieran esos comentarios, “pues luego no se aguantan cuando los cotorrea”.

Su ropa sencilla, calzado deteriorado y guantes desgastados de tanto uso, no era impedimento para un trabajo arduo de tantos días, pues tienen esposa e hijos, por quienes no dejan de laborar. 

Expresaron que muchas son las cosas que extrañan de su familia, “pues hay pescadores que no saben hacer un buen guiso como la mujer que espera en casa”, a lo que el capitán replicó: “no saben o se hacen, para que no lo tengan que hacer, pero es una regla que todos tengan que cocinar una vez al día, hasta que a todos les toque su turno”.

Soportan bajas tempertauras

Entre ellos hay marinos con más de 30 años de experiencia, pero la salud ya no les permite trabajar como antes, aunque no están dispuestos a dejar el mar. 

Quienes descargan el camarón de “El Pescador”, aguantan los 12 grados centígrados bajo cero que se siente dentro de la congeladora, para subir poco a poco los costales de producto. 

El lugar que está tan frío, y sus paredes congeladas, permiten que el marisco llegue en buenas condiciones para que cuando los restauranteros lo vendan a sus comensales aún esté fresco, dinjeron los pescadores, pues es su prioridad ver que no se descomponga. 

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