Venezuela: crónica de una muerte anunciada

En la semana me tropecé con un pintoresco y sencillo restaurante venezolano...

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En la semana me tropecé con un pintoresco y sencillo restaurante venezolano en Cancún, la boca se me hizo agua de pensar en una arepa rellena de chicharrón o carne deshebrada. Los recuerdos de la comida caribeña que me hacen evocar los sabores de Cuba, la tierra que me vio nacer.

La mezcolanza de comida china, española y africana es nada recomendable para este clima pero pocas cosas son más reconfortantes que esos platos brillantes de grasa y con frijoles relucientes. Al sentarme pude conversar con el dueño y obviamente el tema se enfocó en la inevitable migración producto de una dictadura.

De ahí a la nostalgia, luego a la rabia por lo perdido y dejado al huir y al agradecimiento a la tierra que nos acogió. Sin embargo no pude más que recordar la avasalladora victoria en las urnas de Hugo Chávez, no una, sino tres veces. Cuando yo nací en Cuba ya tenía la suerte echada, el tirano estaba puesto por la inocencia y la desinformación de mis abuelos hacía 16 años. Más ese no fue el caso de los venezolanos, ellos literalmente se echaron el alacrán a la espalda.

Es inconcebible que una nación próspera en medio de la era digital y viendo en sus narices el desmoronamiento del experimento socialista en Europa del Este que hayan escogido como su forma de gobierno la ideología que estaba precisamente siendo removida de la faz de la tierra por la segunda nación más poderosa del orbe: la URSS. Y sí, en ese momento resultaba inimaginable, y hoy en día; igual.

En Alemania resulta muy interesante ver a los jóvenes actuales observar discursos de Hitler y preguntar anonadados que cómo es posible que alguien haya creído en semejante histérico. En el caso de Hitler su psociopatía era tenebrosa, pero al ver a Hugo Chávez sólo causaba risa. Sólo resultaba peligroso si lo ponían en una posición de poder; y eso precisamente hicieron y aplastantemente.

La ignorancia de los cortos de vista o el resentimiento social de los irresponsables han dejado una triste herencia para los jóvenes venezolanos. Siempre las futuras generaciones pagan los errores de las actuales, casi nunca les cae en su propia cabeza el árbol que ayudaron a serruchar. Y ahora les toca a los jóvenes luchar por salvar el futuro que les arrebataron sus abuelos.

Me resulta cruel ver las imágenes de jovencitos siendo reprimidos y asesinados por los cuerpos paramilitares de la dictadura que apoyaron sus propios padres. Con estrechez de mente y falta de madurez social les cortaron las alas del futuro de sus hijos y pusieron en el poder de su patria a una cúpula de mafiosos entrenados y apoyados por un régimen que provoca que sus ciudadanos prefieran arriesgar la vida en un cruce oceánico en una llanta de camión que seguir viviendo en ese lugar.

¿Cómo tomar el ejemplo de un país donde sus propios jefes hacen lo imposible por hacer la vida fuera de allí? ¿Qué impulsó a toda una nación a volverse así?

El ejemplo de Venezuela debe servir de escarmiento para los que ven en líderes inestables y déspotas algo diferente. Seamos inteligentes y nunca pongamos en la silla presidencial a alguien que se robe el futuro de nuestros hijos.

Como le dije en una ocasión a una fidelista: “Mira el país que te dejaron tus abuelos y mira la pocilga que le dejaste a tus nietos”.

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