De cuando Castro quiso ponernos Chernobyl a 500 km

El desastre de Chernobyl está de moda. La serie de HBO estrenada recientemente...

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El desastre de Chernobyl está de moda. La serie de HBO estrenada recientemente mostró un enfoque crudo y meticuloso del mayor desastre atómico de la historia.

La mala calidad del diseño del sistema de emergencia para detener la fisión de las barras de uranio motivó que el sistema en sí fuese una especie de gatillo para detonar la explosión del reactor.

La fisión continua de las barras en un medio sin enfriamiento motivaba el escape de cantidades exorbitantes de radiación contaminante. Hasta el día de hoy el área de exclusión de 250 kilómetros (Kms.) se mantiene y tendrá que continuar así durante décadas.

La vida media del uranio en estado crítico es de siglos. Para empeorar el desastre, el gobierno comunista de la entonces URSS se dedicó concienzudamente a evitar la filtración de la información a toda costa.

No importaron los millones de vidas en riesgo ni la potencial contaminación de mantos freáticos y de ríos. Una posible explosión de 13 megatones, que el valor de trabajadores de la planta evitó, hubiese dejado a Europa inhabitable.

Resulta impresionante la cercanía al desastre total europeo que estuvimos. Ciudades magníficas, bosques, civilizaciones y naciones enteras hubieran sido tragadas por el abandono a causa de la contaminación radiactiva. Sería muy curiosa una película apocalíptica considerando que Chernobyl hubiese llegado a mayores.

De este lado del Atlántico, la megalomanía del emperador Castro I de Cuba lo impulsó a pretender construir una central atómica en la costa sur de la isla (sí, esa misma, la que nos queda justo enfrente). Se dio a la tarea de entrenar científicos e ingenieros en Rusia para darle marcha al faraónico plan de construir una ciudad atómica junto a su respectiva central en la localidad conocida como Juraguá en la Provincia de Cienfuegos.

Para tal empeño incluso envió a su vástago mayor, Fidel Castro Jr. (recientemente suicidado por depresión) a Rusia a especializarse en Ingeniería Atómica.

Las obras comenzaron con todo el despilfarro que caracterizó el régimen de Castro durante los años de la bonanza de créditos rusos.

La cúpula del reactor se levantó y la ciudad comenzó a erigirse. En medio de salsa y tumbadoras los alegres cubanos se lanzaron a su nueva aventura de hacer electricidad con uranio.

El plan era perfecto, hasta el reactor ya estaba apalabrado, un excelente ejemplo de ingeniería socialista que ya funcionaba con éxito en varias ciudades, incluida Chernobyl, sí, como lo leen: ahí mismo.

Dice una leyenda urbana que, al suceder el incidente de la infortunada central ucraniana, una distraída llamada de Washington resonó en los pasillos del Comité Central de La Habana.

Se le sugería a Castro I que se desistiera de instalar una planta con esa tecnología en medio del Caribe. La llamada fue tajante: no nos importa que te la vivas diciéndole a los cubanos que te vamos a invadir para reprimirlos ni al resto del mundo que es el bloqueo el causante y no la incompetencia de tu gobierno para generar riqueza; tú sabes perfectamente que nunca te vamos a invadir ni nos importa tu ineptitud (ha quedado demostrado en este 2019), pero eso sí, si se encendía un solo botón de una planta igual que Chernobyl en el Caribe… ¡Ahí sí que tus sueños se harán realidad y te vamos a invadir! El resto y las ruinas de la cancelada central atómica son historia.

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