Guaidó juega su última carta
No se puede luchar contra un estado parapetado tras las armas desde una posición política...
No se puede luchar contra un estado parapetado tras las armas desde una posición política, simplemente no es posible. No hay manera de derrocar un dictador armado con constituciones y leyes, no le importa nada de eso, siempre va a ganar. Los recursos son infinitos y la fuerza en contra es casi nula. Ante las agoreras predicciones de los de siempre de que EEUU iba a intervenir en Venezuela se alza el muro impenetrable de la vileza de estos tiempos.
Si en esta época hubiese sucedido el ataque a Pearl Harbor de todo corazón no creo que Trump hubiese expandido la respuesta de América más allá de los japoneses y Europa hubiera quedado a merced de Alemania. La tendencia intervencionista y la política de actuar como el “Policía del Mundo” ya no le interesa a Estados Unidos a menos que haya un gran beneficio de esto. A nadie le importa el petróleo de Venezuela por más que lo pregonen los mareados como Alfredo Jalife o Gibrán Ramírez.
En el mundo hay mucho más petróleo del que se creía y lenta pero inexorablemente está dejando de ser el motor del mundo, la muerte del automóvil de combustión interna es cosa de tiempo, todos lo sabemos mientras al lado de nuestros calientes y apestosos autos de gasolina o diésel pasan silenciosos los nuevos autos eléctricos que los superan en desempeño y dejan la economía de consumo de los nuestros en ridículo. Venezuela no le importa a nadie más que a los que nos duele ver el desastre que ha ocasionado un gobierno de narcotraficantes y ladrones a una nación pujante y bella.
A los Estados Unidos sólo le importa que termine el efecto desestabilizador del chavismo y la avalancha de migrantes que llegan a sus fronteras, nada más. Una vez más el villano espantoso de las pesadillas en piyama de seda con gorro de pompón de Jalife lo defrauda y no invade América Latina en medio de un baño de sangre que le hubiera dado material para infinidad de conferencias apocalípticas jugosamente cobradas. Mientras el verborreante paranoico profesor y otros tantos buscan desesperadamente otro villano que culpar de lo que sea; Guaidó y su proyecto de libertad siguen solitarios, sólo acompañados de acciones legales contundentes pero ineficaces.
Para colmo, Maduro y sus compinches han tenido éxito en atomizar la oposición y con la ayuda de los intervencionistas cubanos han infiltrado todas las filas de la fuerza antichavista para fragmentarla en luchas internas. El reciente intento de golpe de estado contra Maduro fracasó por la falta de compromiso de los opositores venezolanos, no contó con el apoyo de Leopoldo López ni de Henrique Capriles. Guaidó y su valor quedaron inermes ante la embestida de la cúpula militar que se afianzó en el poder aupados por los mafiosos de La Habana. De nuevo el consabido egoísmo latinoamericano y la falta de sacrificio en aras del bien común se impuso.
Sin embargo, en los últimos días ha habido un cambio en la dirección del viento en los esfuerzos por librar Venezuela de su colonialismo castrista y de los narcos que la subyugan. El gobierno de Estados Unidos ha aceptado que contra las armas nadie puede a menos que le pongas un arma delante y no tienen ni la más mínima intención de hacerlo. Llegó el momento de negociar y estos delincuentes sólo les interesa una cosa: el dinero y la posibilidad de disfrutarlo.
Saben que el establecimiento de un régimen de derecho y ley los dejará a la larga indefensos e irán a parar a la cárcel. Sin embargo, las recientes conversaciones entre el sicario mayor de Maduro: Diosdado cabello y el reciente ofrecimiento de amnistía para Maduro mismo abre muchas puertas. Es un truco de doble filo, tarde o temprano el tiempo pasará y la ley se asomará, tal como le pasó a Pinochet que a pesar de retirarse del poder y dar paso a elecciones no pudo verse librado de la persecución de la ley de un país libre. Tal vez en Venezuela pase algo diferente y los mafiosos se vean tentados a disfrutar todo lo que han robado en paz y no correr el riesgo de seguir en una posición que tarde o temprano los dejará ante el cañón de un militar golpista.
Guaidó por otro lado, evidentemente ha terminado por cerrar filas de forma hábil con la otra figura fuerte de la oposición: Leopoldo López y lo ha nombrado miembro de un eventual gabinete de transición. Son pasos vacilantes, pero en la dirección correcta para al fin ver libre a Venezuela de la garra chavista.