El imperialismo como adjetivo y su mal uso

Tratar de encontrar matices o sutilezas en la política internacional es muy complicado...

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Tratar de encontrar matices o sutilezas en la política internacional es muy complicado. Al lector promedio con un mediano interés en la geopolítica y la historia no le suele interesar enredarse en desmenuzar un problema demasiado.

De ahí surgen los arquetipos de tendencias históricas o de derivas de interés, se tilda a una nación o sistema de gobierno de formas simples para dividir al mundo en buenos y malos sin tanto rollo: comunistas y capitalistas, liberales y conservadores, imperialistas o socialistas, etcétera.

El caso del adjetivo “Imperialista” se trata de uno de los más usados para nombrar a todas esas naciones, personas o partidos políticos que han impulsado el dominio de regiones o naciones fuera de su ámbito propio. Igualmente que sucede con la división del mundo entre buenos y malos para no complicarnos también el epíteto de “Imperialista o Imperialismo” se ha quedado marcado con tinta indeleble en naciones que en un momento histórico se lo ganaron a pulso.

Estados Unidos, el imperialista por excelencia, impulsó una política de intervención en todo el mundo y en especial en América Latina desde el último cuarto del Siglo XIX hasta bien entrado el Siglo XX. Otras potencias surgieron en ese lapso, y hábilmente se encargaron de estigmatizar por siempre a sus oponentes como imperialistas. Sin embargo, con un sutil cambio de retórica de discurso, estas naciones se dedicaron a practicar el mejor imperialismo de rapiña posible (con el estricto significado de la palabrita) mientras desviaban la atención de sus maniobras tildando de imperialistas a los culpables de siempre.

Éste fenómeno es una de las maniobras de manipulación más eficaces y efectivas que han existido. Al extremo que hoy en día en la mayoría de los subconscientes del ciudadano promedio no se junta jamás la palabra “imperialismo” con estos países por el genial efecto que ha tenido denostar al adversario.

Veamos el ejemplo de Rusia: la memoria histórica de los ciudadanos promedio olvidan que Alemania nazi invadió Francia, Holanda y Bélgica con los recursos que los soviéticos les proporcionaron gustosamente por los acuerdos Molotov-Ribbentrop. Al finalizar la II Guerra Mundial, Rusia dejó regímenes totalitarios títeres en toda Europa del Este, y cuando alguna de estas naciones se quiso liberar, incursionó con tanques y ejército en invasiones al mejor estilo imperialista sobre Checoslovaquia y Hungría.

Más recientemente, mediante la política imperialista de Putin, se anexionó descaradamente toda una región de Ucrania y ese hecho ha pasado desapercibido y sin pena ni gloria. Valdría la pena hacer el ejercicio de imaginarnos por un instante si los “Imperialistas” de siempre se les ocurre anexionarse una zona de América Latina a estas alturas, y valga la pena resaltar que no les costaría ningún esfuerzo, con usar el argumento de la votación que usó Putin para zamparse a Crimea pudieran tragarse a media Centroamérica. Sin embargo, nadie dice nada al respecto a pesar de haber sucedido hace unos pocos años y mucho menos se les ocurre a los antiimperialistas de siempre meter a Rusia en el saco de los malvados imperialistas. El lema de “yankees go home” por lo absurdo del apoyo estadounidense al régimen de Vietnam del Sur no se ha vuelto de manera justa a “russian go home” por el apoyo ruso a regímenes genocidas en lugares tan lejanos (al mejor estilo del imperialismo del siglo XIX) como Venezuela o Cuba. El patológicamente mentiroso vicepresidente ruso Medvédev está de recorrido con los Castro y sus chacales elogiando a Maduro.

Y tenemos a China, el Robin Hood de los antiimperialistas, el pillo y alegre gigante que acorrala a occidente, nunca los villanos de siempre han tenido un país tan amenazado como tiene China a Taiwán, es más, sin la presencia disuasoria de los “imperialistas”, los socialistas obreros chinos ya se hubiesen engullido a la pacífica nación desde hace mucho, tal como hicieron con el Tíbet en su momento. Sin mencionar que el apoyo chino a Corea del Norte es la única causa por la que se mantiene ese régimen que oprime sangrientamente a millones de inocentes. En resumen, nadie ve la viga en el ojo propio, pero sí la paja en el ojo ajeno.

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