Se sospechaba que la delincuencia había golpeado fuerte a los empresarios en Cancún, pero no con tal magnitud: el 53.8% ha sido afectado por la inseguridad, lo cual ha provocado que un 30% del total opte por medidas adicionales, como cerraduras, candados, alarmas, más personal o sistemas de videovigilancia, según la Coparmex.

Por ello el presidente del organismo en el principal polo turístico de México, Adrián López Sánchez, reclamó blindar a los destinos turísticos del estado contra los actos violentos, como robos y extorsiones, para evitar perder en competitividad, luego de episodios críticos registrados durante las últimas semanas.

“Es urgente la necesidad de atender la inseguridad para no frenar el turismo, factor que le costó a México salir del ranking mundial en el sexenio anterior”, sostuvo, aunque cabe recordar que el año pasado hubo un crecimiento de 50% en la afluencia impulsada por la devaluación del peso frente al dólar y la promoción dirigida a mercados emisores emergentes, donde se ha presumido la diversidad de atributos.

Es difícil el panorama. De eso no hay duda. De que las autoridades trabajan para contrarrestar los embates, tampoco. Ahí están de ejemplos el anuncio de nuevas estrategias, los cambios de mando policial, la confirmación de mejores condiciones para los uniformados o las reuniones para articular la reacción.

Pero los esfuerzos han sido insuficientes porque debe ser una labor mancomunada entre diversos sectores y en distintos niveles. Es decir, depende también de empresarios y ciudadanos, así como de los tres órdenes de gobierno, con la participación de los otros Poderes, y sin importar los colores partidistas.

Esta última idea no ha permeado como quisieran. A la condena unánime contra gobernantes con nombre y apellido, se han multiplicado las falsas alarmas, el silencio cómplice y el infame regocijo porque ocurre en determinados municipios (y no en ciertos), como si se tratara de competir en dónde es menos peligroso.

Los comerciantes tienen su “viacrucis”, como lo han tenido policías, funcionarios o turisteros en un contexto agresivo que se impone como realidad nacional y con vicios heredados por administraciones anteriores, las cuales no fueron capaces de medir los alcances de la desidia.

A días de conmemorar el 47 aniversario de Cancún, identificar las aristas finas de esta problemática y reconocer los errores debe formar parte del estudio integral para encontrar soluciones más efectivas, como ha ocurrido en otros ámbitos, donde han exhibido logros en pocos años.

Es cierto que los empresarios arriesgan -como todos los antes citados-, pero igualmente han disfrutado la bonanza de un destino generoso. Que pongan manos a la obra a la par de otros actores preocupados, y ocupados.