Ayer se llevó a cabo en Cancún el Encuentro de Alto Nivel para la Atención del Sargazo en el Gran Caribe. En total asistieron representantes de 13 países (incluido México), y de una decena de agrupaciones nacionales e internacionales reconocidas, para analizar este desafío compartido en la región.

Como ya se ha expuesto en este espacio, el recale masivo en las costas caribeñas se ha convertido en un reto turístico, ambiental y socioeconómico por sus diversas complejidades. Si bien es un fenómeno que empieza a conocerse mejor, prevalecen ciertos misterios.

Es que se ha discutido acerca de los proyectos de contención, de la ruta definida por corrientes y vientos, de las afectaciones notorias en los ecosistemas, así como de la necesidad de buscar soluciones comunes; pero ayer fue advertida una condición inquietante: no habrá todavía un esfuerzo coordinado ni multilateral para contener en el origen; esto es, en el mar del sargazo, cercano a Brasil.

Y tampoco se logra una coincidencia plena sobre qué hacer con las miles de toneladas que seguirán llegando al litoral. Se sabe que podrían fabricar casas o producir energía, aunque nadie lo ha hecho a gran escala, y el estímulo ya es menor aquí por aquello de “no más negocios”. Además, no todo se puede utilizar, por lo que debería depositarte en celdas idóneas, pero son pocas en el estado.

En resumen, pasará tiempo más en que los actores lleguen a los acuerdos para atacar “el problema” en el origen y busquen las mejores opciones para su aprovechamiento, los dos propósitos que deberían ser prioritarios en los futuros encuentros de este tipo.

Por ahora es motivante conocer que en la agenda regional propuesta estas dos vertientes estén en la visión de los protagonistas; porque al ser cíclico, deberemos aprender a dar respuesta oportuna, en tanto se generan condiciones para impulsar actividades productivas adecuadas. Por algo se le ha denominado “el oro que viene del mar”, lo cual no debe perderse de vista.

Quintana Roo ha puesto un buen ejemplo; no lo contrario, como han concluido algunos que ni siquiera participan. Es decir: reunir a especialistas de todo el Caribe, exponer las acciones ya implementadas, fomentar el intercambio de experiencias e incentivar los acuerdos transversales, es un extraordinario punto de partida.

Deberían pronunciarse bancos y agencias mundiales para financiar en ambos sentidos, pues ya constatamos que no todos los gobiernos quieren ni pueden.