El sur de Quintana Roo debiera brillar por sí solo; tiene de todo un poco, tanto como el norte orgulloso de su envergadura turística. Desde la Costa Maya hasta la capital Chetumal, la zona sur de nuestro estado ha visto una diversificación paulatina de la oferta en el sector, que se consolida con nuevas inversiones públicas y privadas.

Sorprende que en encuestas nacionales Chetumal sea “una de las peores para vivir”, sin embargo se entienden los motivos para que la ciudadanía califique de esa manera: asuntos como la burocracia local ineficiente o los servicios públicos no son del agrado. Se da cuenta de los negligentes funcionarios de la administración municipal, y que invierten solamente los otros dos niveles de gobierno.

Ahí están los ejemplos: además de las obras de dragado del Canal de Zaragoza, en las que se invertirán 400 millones de pesos, en los últimos tres años el gobierno de Carlos Joaquín González ha invertido más de mil 500 millones en ampliar y renovar la infraestructura urbana de Chetumal y Bacalar, los principales destinos del sur.

También se destinarán 117 millones 775 mil pesos de inversión pública para la ampliación del edificio del aeropuerto internacional chetumaleño, la construcción de una nueva torre de control y la sustitución de cableado en pista, rodaje y plataforma.

Asimismo, en los primeros tres años de Joaquín González se han invertido más de 240 millones 470 mil pesos en obras de ampliación y rehabilitación de la infraestructura urbana, red de descargas de aguas residuales, sistema de saneamiento lagunar y dignificación de viviendas y comunidades en Bacalar, uno de los tres Pueblos Mágicos, promocionado recientemente en Times Square de Nueva York y la Feria Turística de Londres.

En los primeros tres años del gobierno estatal, Othón P. Blanco fue el que recibió la mayor inversión en obra pública en comparación con los restantes 10 municipios. Este dato podría bastar para comprobar el interés en la región.

No coincido en que la “vocación” de la capital sea burocrática; más bien es una condición, impuesta cuando hace dos décadas se terminó el régimen de zona libre. El aparato del estado le ha permitido mantener su economía, la que empieza –ahora sí– a reactivarse al convertirse en un nuevo polo de crecimiento, que atrae a inversionistas y visitantes.

El sur tiene con qué conquistar a propios y extraños, sólo faltaba ayudarle. Todo ello, sin descartar aún las promesas del gobierno federal.