Narcisismo; epidemia de nuestro tiempo

“La cultura occidental puede contarse como la historia de un Yo que ha ido engordando”, José Antonio Marina.

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Cada época, cada sociedad va creando su propio contexto, tiene un estilo de vida propio, comportamientos, valores, sus propios problemas. Nos impresiona darnos cuenta cómo la sociedad actual se alimenta del individualismo, sólo el "yo" es importante.

Los padres hemos hecho hasta lo imposible por dar todo lo material posible a nuestros hijos, todas aquellas cosas que ellos deseen y no deseen. Pensamos que cubrir hasta el más mínimo capricho, y sentimiento, es lo mejor para ellos. Los hijos llegan a pensar que sus caprichos, son necesidades, ocasionando en la educación grandes equivocaciones.

Cada día nos topamos con jóvenes que no saben luchar por sus necesidades, piensan que todo se merecen, les cuesta mucho trabajo relacionarse profundamente con los demás. Un excesivo individualismo, culto a lo privado, ansia de éxito, de imagen y de poder… Vivimos la cultura del “yo”, estamos en “la generación de Narciso”. Atrás queda la solidaridad, “la pasión por el nosotros”.

La mitología grecorromana cuenta que Narciso era un joven de gran belleza a quien todos admiraban. Pero él, lleno de vanidad y orgullo despreciaba y rechazaba a todas sus amantes. La ninfa Eco estaba perdidamente enamorada de él, y cuando Narciso la rechazó ella se consumió en su dolor hasta quedar transformada en una simple voz: en el eco.

Una de sus admiradoras rezó a los dioses para pedirles que se amara a sí mismo sin descanso. La diosa Némesis escuchó sus ruegos e hizo que Narciso se parase a beber en un manantial en la cima del monte Helicón. Cuando vio su propia imagen reflejada en el agua se enamoró al instante de ella, pero no podía abrazarla porque cada vez que lo intentaba la imagen se desvanecía con el movimiento ondulante de las aguas. Incapaz de dejar de contemplarse, se quedó allí hasta que murió de hambre. Pero no fue su cuerpo lo que permaneció, ya que en su lugar apareció una flor (narciso). El mito de Narciso se convirtió en una metáfora del amor desmesurado hacia uno mismo.

Muere allí mismo, sin comprender dónde termina su “yo” y donde comienza su entorno. La muerte de Narciso es la incapacidad de amar seres reales. No puede expresar sentimientos, ni afectos a los demás. La muerte es consecuencia de su aislamiento.

El psiquiatra Antonio Anatrella nos dice: "La educación contemporánea produce sujetos demasiado apegados a las personas y a las cosas, por lo tanto, aunque lo niegue produce seres dependientes.

Durante la infancia sus deseos y expectativas han sido de tal manera estimulados a costa de la realidad externa y de las exigencias objetivas, que terminan por creer que todo es maleable sólo en función de los propios intereses subjetivos. (…) Preocupándose justamente de la calidad de la relación con el niño, la educación se ha centrado demasiado en el bienestar afectivo, a veces a costa de la realidad, del saber, de los códices culturales y de los valores morales, sin ayudar a los jóvenes a edificarse interiormente. Por consiguiente, tienden más a una expansión narcisista que a un verdadero y auténtico desarrollo personal".

Entre las principales características del narcisismo encontramos: Adoran la imagen sobrevalorada que tienen de sí mismos. Tienen una gran necesidad de sentirse aprobados y admirados por los demás. Piensan que deben sentirse queridos por ellas o ellos sin necesidad de corresponderles.

Nadie les puede llamar la atención y decirles que eso que están haciendo está mal. El narcisista se cree enormemente importante. Envidian a los demás y creen que los otros son envidiosos también. Se siente ofendido con facilidad. No toleran que sus propuestas sean rechazadas. Fantasea con lograr el éxito; exagerando sus éxitos.

Debajo de ese enorme ego se esconde una persona con una autoestima muy baja, sensación de poca valía personal e inmadurez emocional. En su lugar crea un ego grandioso para compensar. Cualquier crítica que el joven o adulto narcisista reciba, reacciona ante ellas con muchísima rabia.  Rechaza toda relación comprometedora de amor. No sabe tener empatía con los demás.

Cada día, sin darnos cuenta, formamos a más jóvenes narcisistas. Sin la capacidad de enfrentar la problemática de la vida, desde la amistad, noviazgo, pasando por el matrimonio, y las crisis personales.

Nos toca a los padres de familia educar a nuestros hijos, enseñarles a purificar su personalidad, enseñarles a encontrar un sentido a su vida, la importancia de ser solidarios, a que nuestro yo no es el ombligo del mundo. La tarea de mejorar el carácter, a todos cuesta trabajo, pero son retos importantes en la vida. Luchar por obtener una meta. De lo contrario seguiremos engordando las filas de Narciso.

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