El nuevo Presidente de Cuba: un títere de los Castros
La lavada de cara del régimen de La Habana tuvo un cambio de exfoliante esta vez.
La lavada de cara del régimen de La Habana tuvo un cambio de exfoliante esta vez. La tambaleante y deteriorada figura de Raúl Castro a sus 86 años con su públicamente conocido alcoholismo ya resultaba demasiado ridícula incluso para la imagen gerontocrática del castrismo. Cajas y cajas del carísimo Whisky Royal Salute, favorito del dictador y que cuesta cinco veces el salario de un ingeniero en Cuba han cobrado sin duda su cuota en la salud de Castro.
Sin embargo, colocar al heredero en línea directa, Alejandro Castro Espín, no iba a ser muy bien recibido por los militares de carrera. El hijo de Castro II goza de una fama terrible de represor y de poca empatía, su imagen provoca, al menos por el momento, más terror que devoción. Por otro lado, su carrera por la guerra de Angola le costó un ojo y eso sin duda lo coloca en una posición privilegiada ante cualquier civil sin trayectoria de guerra en un régimen cuyos rubros económicos primordiales están dominados por la cúpula militar. Mientras tanto, la entronización de Castro III tendrá que esperar por el momento en lo que la figura de mando de su padre se disuelve para dejar paso a la suya propia. Nada mejor que poner un títere formado y escogido por ellos mismos para un período de transición en lo que el mando y poder de Alejandro Castro de afianza y se pueda imponer en otra fraudulenta elección de partido único como las que orquesta el régimen.
Miguel Díaz Canel, un ingeniero de 58 años con cara de amargado pero con muchas menos arrugas, ha sido el cuadro designado para la regencia durante este período. Su meteórica carrera como el humilde hijo de una maestra y de un obrero pasó por todas las esferas de la vida política de Cuba, incluyendo la de las fuerzas armadas.
Su designación en 1996 como Secretario del Partido en la provincia de Vila Clara (una especie de gobernador a los ojos nuestros), lo encumbró y su fanatismo y devoción a los Castros lentamente lo incorporó al reducidísimo círculo de confianza de la “famiglia” y lo colocó en la posición de convertirse en el perfecto monigote de la mafia del poder (esa sí es de verdad).
Obviamente la confianza máxima que se puede obtener de los pillos siempre será bien vigilada y muy cauteloso, el decadente Castro II ha mantenido el poder del ejército y del partido, no vaya a ser que éste se les salga del huacal como le hizo Gorbachov a la URSS que desde que subió al poder la empezó a carcomer desde abajo.
La apatía del pueblo de Cuba ante la bota que los oprime y el ingenio de los Castros los ha mantenido en el poder mientras regímenes como el suyo se desploman en el mundo entero. Tal como las lecciones que se aprenden de accidentes aéreos, ya tienen todo un manual elaborado de cientos de escenarios para evitar que les pase lo mismo a ellos. He escuchado varios ilusionados que creen ver en Díaz Canel el paladín que terminará con la barbaridad del experimento castrista pero realmente lo dudo mucho. Tiene puestas todas las correas y muestra toda la actitud de hacer su papel designado y se disolverá en la fosa séptica de los Castros sin dejar huella.