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Nadie adelantó la polémica inaudita en Solidaridad. Se previó una elección reñida, con resultados cerrados, pero pocos previeron un recuento de votos así de dramáticos. Son sufragios de 108 casillas los que determinarán, por fin, si ganó la aspirante a la reelección, Cristina Torres, o la de Morena -antes del PRD-, Laura Beristáin.

Ayer temprano, al cierre de este espacio, cuando el cómputo oficial apenas se desarrollaba, los representantes de los partidos Encuentro Social, Marciano Peñaloza, y de Morena, Rubén Darío, se enfrascaron en una vergonzosa discusión, con manotazos incluidos, frente a los demás integrantes del Consejo y colegas suyos. Fueron desalojados por policías estatales. Todo, para el bochornoso registro.

No ha sido el único escándalo: días antes hubo un choque entre simpatizantes de las competidoras; siguió la “guerra sucia” contra una y otra; se desató una lluvia de “tuitazos” para fijar postura, y la desinformación cundió en los círculos, tanto políticos como periodísticos, para confundir. No se gana así. Tampoco Solidaridad lo merece.

Playa del Carmen fue considerada la cuna de la alternancia. Basta recordar: en ese municipio gobernó el hoy mandatario Carlos Joaquín (de 2005 a 2008); él mismo venció en junio de hace dos años a Mauricio Góngora en la carrera por la gubernatura, quien salía de esa presidencia (2013-2016), y llegó para gobernar la primera mujer en la historia, Cristina Torres (2016-2018), quien encabezó estos dos años la integración de carpetas que devinieron en pesquisas y encarcelamientos por supuestos saqueos.

Por todo lo anterior, la derrota de Torres dejaría un proyecto inconcluso en el poder actual, concebido en los niveles municipal y estatal, aunque nadie podrá cuestionar (ni muchos menos atentar) contra la decisión popular. Es decir, si en votos el triunfo es de Laura Beristáin, deberán acatar la determinación, con su obligado cambio de planes.

Habrá que esperar el desenlace, aunque el rumbo podría alterarse más cuando se entregue la constancia de mayoría, como han amagado los de algún bando. Las formas, pues, son lo cuestionable: ¿Hubo manipulación en el resguardo de boletas? ¿Por qué se habló de reventar la elección? ¿Por qué se intentó manchar la imagen de otros? ¿Por qué se recurrió a personajes para tratar de inclinar la balanza si sólo vale el fallo del pueblo?

Más cuestionable aún: ¿Qué pasará si los morenistas pierden, considerando la actitud beligerante demostrada ayer? ¿Habrá reconciliación al estilo AMLO? Amigos en el ámbito nacional, pero rivales en el local, los de esa alianza nos gobernará a todos en el país.

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