Industrial y artesanal
Para quienes nos dedicamos al desarrollo sustentable, el promover, desarrollar o consumir productos...
Para quienes nos dedicamos al desarrollo sustentable, el promover, desarrollar o consumir productos o servicios siempre lleva a una pregunta de difícil resolución: ¿artesanal o industrial?
Y para evidenciar lo complejo, me gustaría poner dos ejemplos:
Imaginemos los envases que nos dan o que usamos para guardar comida: casi siempre son de unicel, un material cuya degradación es casi nula y contamina el ambiente. Ahora imaginemos que tenemos dos soluciones: la primera, un producto hecho en México, elaborado por estudiantes de una universidad a base de caña de azúcar, 100% biodegradable, con una capacidad de producción de 200 contenedores semanales; y otro hecho de fécula de maíz en China, de manera industrial, también 100% biodegradable y con una capacidad de producción de 200,000 contenedores semanales
¿Cuál comprar?
Caso dos: decidimos compensar las emisiones de carbono de un evento; caso 1, el proveedor es un relleno sanitario que está recuperando el biogás que se va a la atmósfera para producir energía eléctrica, con un beneficio netamente ambiental; la otra opción, es apoyar un proyecto de reforestación local, donde el beneficio además de la captura de emisiones de CO2, va a las familias que conservan sus bosques o selvas. El primero, tiene un potencial de emisiones evitadas 10 veces más grande que el segundo.
¿Qué opción consumimos?
En los casos de poca producción, como el envase mexicano y la conservación de bosques y selvas de manos de los productores, existe un mayor beneficio porque se apoya a los jóvenes, al emprendimiento, al consumo local y a los productores rurales, aunque el impacto a gran escala pudiera ser relativamente poco. Del otro lado, la conservación se convierte en un asunto mucho más industrial y comercial, con un impacto más grande, pero sin un valor agregado local.
La pregunta no es fácil, y muchos de nosotros nos enfrentamos día a día a esta disyuntiva en lo personal, en nuestros hoteles, en nuestras empresas; ¿la respuesta? Depende mucho del contexto.
En lo personal, prefiero siempre lo artesanal a lo industrial, creo que, si cada consumidor apoyara a pequeños productores sobre los grandes proyectos, el impacto acumulativo pudiera ser importante, y se generaría una demanda que exigiría y apoyaría a que más proyectos se desarrollen de forma local, maximizando los beneficios, aunque también, generando ciertos riesgos.
En el turismo pasa lo mismo; soy un convencido de que el turismo de bajo impacto debe maximizarse, potenciarse, desarrollarse y convertirse poco a poco en un modelo a seguir en nuestros países; entre más impacto, beneficio y derrama local se genere, el turismo se convierte realmente en una herramienta de lucha contra la pobreza.
Pero también estoy convencido que el turismo rural y comunitario nunca va a generar la cantidad de empleos, divisas e inversiones del turismo tradicional o de masas, porque son modelos totalmente opuestos: uno artesanal y otro industrial.
¿El reto? Mejorar las condiciones de empleos, divisas e inversiones que genera el turismo “industrial”, mediante acciones macro con alcances e impactos en volumen (inversiones responsables, empleo digno, educación al turista de masas), y fortalecer las capacidades locales para desarrollar más proyectos de bajo impacto y de beneficio local.
¿Lo ideal? Lograr combinar estos dos modelos buscando siempre maximizar los beneficios y reducir al mínimo los impactos.
Ustedes, ¿qué prefieren?