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Se apuesta fuerte por el gas natural como fuente de energía.

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Se apuesta fuerte por el gas natural como fuente de energía. Las empresas industriales lo exigen, el gobierno hace esfuerzos, con el apoyo de las compañías que pueden proveerlo, por aumentar el suministro y mejorar su calidad, que es deficiente. No sé qué vaya a suceder o cuándo, estas cosas de la infraestructura toman tiempo, y en el camino muchos proyectos tropiezan con obstáculos.

Pero hay que tener cuidado con lo que se desea, no vaya a ser que se cumpla. Quienes lo promueven intentan presentar al gas natural como el “primo amigable” del carbón y del petróleo, ya que al quemarlo se genera menos CO2. Una planta de electricidad nueva y eficiente, que trabaje con ese combustible, emite al quemarlo un 50% menos dióxido de carbono si la comparamos con una planta típica a base de carbón; sin embargo, 50% NO es CERO, y también que CO2 no es la ÚNICA emisión dañina que genera el gas natural.

El mundo se comprometió mediante el acuerdo de París a alcanzar una meta de CERO emisiones netas de Gases de Efecto Invernadero (GEI) para la segunda mitad de este siglo, y tener éxito resulta esencial para la estabilidad, equilibrio y salud general del planeta a largo plazo.

Otro GEI es el metano, que a pesar de tener un tiempo de permanencia en la atmósfera bastante menor que el CO2, su poder de atrapar calor es 120 veces mayor, y se fortalece 86 veces más durante un período de 20 años. Gran parte del metano que termina en la atmósfera “escapa” de los procesos de perforación, extracción y transporte de gas natural. De modo que para que verdaderamente pueda afirmarse que las emisiones durante todo el ciclo de vida de una planta de gas natural contra una de carbón son menores, habría que mantener ese “metano fugitivo” por debajo del 3.2% y en ocasiones puede alcanzarse hasta un 9%.

En suma y expresándonos con claridad: el gas natural NO es una fuente de energía limpia. ¿Es más limpia que el carbón? ¡Sin duda!, pero ¿tan limpia como la solar o la eólica? ¡Olvídalo!

Los combustibles fósiles alimentaron la energía de la revolución industrial y contribuyeron a forjar el progreso de los últimos dos siglos, pero son solo la energía del pasado.

Hoy la energía solar y la eólica han demostrado su capacidad de suministrar energía a escala residencial y comercial, y mejoran a gran velocidad su competitividad contra las fuentes de combustibles fósiles. En la próxima década seremos capaces de satisfacer las necesidades energéticas de hoy y del futuro con energía limpia y confiable que no dañará la salud, ni destruirá el planeta.

 

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