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Bajo el supuesto de “licencia por motivos de salud”, el pasado viernes 7 de diciembre, la dirigencia del partido Morena ordenó al alcalde de la capital quintanarroense, Hernán Pastrana Pastrana, dejar la presidencia municipal. Las luchas intestinas y la pugna por el control de la toma de decisiones acabaron por cortar el hilo por lo más delgado y si, al parecer la condición de Don Hernán fue el mejor pretexto para ello.

 

La importancia del caso no es solamente el hecho de tratarse del municipio capital, sino que el acto ordenado por Yeidckol Polevsnky, es un fiel reflejo del status de los actores políticos del partido Morena a lo largo del país.

 

A diferencia del presidente López Obrador, la gran mayoría de las autoridades electas a nivel estatal, distrital y municipal, no cuentan con legitimidad alguna, pues confiados del arrastre electoral de AMLO, colgaron los guantes desde el inicio de las campañas electorales y solo recogieron los frutos del resultado.

 

Por desgracia, muchos de los “electos”, ya sean gobernadores, senadores, diputados federales o locales y miembros de los ayuntamientos, no tienen idea siquiera de la gobernanza, de la necesaria generación de acuerdos políticos y menos aún, de la existencia de leyes y procesos administrativos para el ejercicio de gobierno, ignorancia plena pues, sumada al desconocimiento de su entorno y de las necesidades de sus comunidades.

 

Ante ello, Morena se topa ahora con muchísimos focos rojos a lo largo y ancho del país, desastre gubernamental en gran cantidad de demarcaciones donde los intereses de grupo también han modificado el escenario inicial de AMlove por aquel dicho de “El que no tranza, no avanza”.

 

Congresos y Ayuntamientos convulsionados, integrados por personajes creados a partir de compromisos familiares y en muchos casos, por ciudadanos que de relleno y de rebote fueron postulados a cargos que hoy exigen de conocimientos, de experiencia, de mano izquierda, pero sobre todo, de compromiso con la ciudadanía que a través de las urnas los encumbró. Para nuestra desgracia, el municipio de Othón P. Blanco, Quintana Roo es la muestra más cercana de que las cosas pueden hacerse mal y ponerse peor.

 

Que sirva pues la lección, la democracia es el poder del pueblo, pero el gobierno y la administración pública no se aprenden por dedazo o aclamación, pues sin contrapesos verdaderos, el municipio capital se encamina, una vez más a un triste desastre.

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