Inversión, la prueba de fuego

No deben estar tan mal las cosas en Quintana Roo cuando se echa a andar una cuarta terminal en el Aeropuerto...

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No deben estar tan mal las cosas en Quintana Roo cuando se echa a andar una cuarta terminal en el Aeropuerto Internacional de Cancún, de por sí el más importante del país en operaciones internacionales.

Por todos lados se presentan amenazas para Quintana Roo, líder en turismo para toda Latinoamérica y el Caribe, partiendo desde luego que nuestro estado es el principal sitio de todo el país. Una violencia nada despreciable sacude con frecuencia nuestros destinos del norte, lo que por su impacto mediático –lamentablemente iniciado aquí mismo, al principio de una cadena que va de la prensa local a la nacional y extranjera– provee a nuestros competidores y enemigos de materia para dañar nuestra imagen y propiciar advertencias de viaje –en particular los famosos warnings del Departamento de Estado del país vecino del norte, y que para colmo también rebotan a casa por el oportunismo de críticos extremos del gobierno y empresarios con ambiciones coyunturales.

Trátese de la violencia del crimen organizado que asuela el país –que aunque estemos en noveno lugar de 32 entidades en el país en incidencia por la dimensión internacional de nuestros destinos turísticos encuentra una caja de resonancia fuera de toda proporción– o de conflictos sociales muchas veces atizados y magnificados por opositores al gobierno de Carlos Joaquín González, primero no priista en 43 años de historia estatal, muchos encuentran pretextos para desacreditar al mandatario sin detenerse a pensar que la afectación es para toda la entidad en su calidad de principal atracción turística de México, perversa labor que en ocasiones se ve apuntalada por torpezas de algunos integrantes del equipo gubernamental, que para ganar escaques en el ajedrez palaciego no escatiman daños colaterales, cuya principal afectada es la industria de la hospitalidad.

Estos mismos días hemos estado lamentando un artero ataque a balazos a un medio de comunicación –el Canal 10 de televisión peninsular, donde tenemos el gusto de colaborar desde hace muchos años– seguido de amenazas delincuenciales al compañero José Joaquín Pacheco Cabrera, dicho esto sin omitir lesiones al parecer fortuitas a un trabajador administrativo que tuvo la mala suerte de estar en el sitio de la balacera, y no deja de preocuparnos una escalada de inseguridad que muy mal haríamos en negar, pero las dimensiones de nuestro negocio turístico, motor de casi toda la economía de un estado que es líder nacional en empleo, inversión y crecimiento de hecho no lo han detenido, por furibundas que fueren las invectivas y ataques por parte de los Estados Unidos y el esperpento lunático que tienen como presidente, a quien le da por atribuir todo mal en el orbe a los bad hombres mexicanos.

Retomaremos aquí algunas cifras que difundió ayer el Gobierno de Quintana Roo sobre la terminal aérea ce Cancún, que por cierto es hasta la segunda más grande en movimiento de pasajeros de este país, solo detrás de la de la Ciudad de México, y a partir de este día se convierte en la más grande de México con la inauguración de la primera etapa de la Terminal 4.

Glosamos un texto difundido en medios periodísticos: La construcción del nuevo edificio, que inició hace dos años, representa una inversión de dos mil 300 millones de pesos. El presidente de México La puesta en marcha estará encabezada por el presidente Enrique Peña Nieto, el gobernador Carlos Joaquín y el director general del Grupo Aeroportuario del Sureste, Fernando Chico Pardo.

Según fuentes oficiales, para 2018 la T4 tendrá una capacidad de 25 millones de pasajeros. Para 2020 podrá movilizar a 32 millones de viajeros.

El nuevo recinto albergará llegadas nacionales e internacionales, y el staff operativo tendrá la capacidad de atender hasta 75 operaciones por hora.

Con su ampliación, el Aeropuerto Internacional de Cancún dejará atrás al Aeropuerto Internacional Benito Juárez de la Ciudad de México, considerado como el puerto aéreo más importante de Latinoamérica y lugar 21 a nivel mundial entre las terminales que movilizan a más pasajeros por año.

Nadie en su sano juicio –y los operadores del tan exitoso aeropuerto cancunense han demostrado tenerlo, además de holgada de visión empresarial– invertiría cantidades tan enormes en un destino que no esté demostrando, en todas las esferas –gubernamental, privada y de fuerza laboral–, presente y futuro de logros, que garanticen que ese enorme gasto será recuperable.

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