PAN y PRD sueñan con nuevos triunfos

PAN y PRD no han dejado en Quintana Roo huella favorablemente significativa y digna de ser esculpida en piedra...

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PAN y PRD no han dejado en Quintana Roo huella favorablemente significativa y digna de ser esculpida en piedra, para deleite de las nuevas generaciones. La única alcaldía en manos del PAN ha sido una migraña insoportable, y el intento de reelección de Perla Tun Pech sería buscarle tres pies al gato Félix porque la señora es la villana favorita en Cozumel.

Pero en el Congreso del Estado estos partidos que inauguraron la alternancia no han sido tan efectivos, dejando para el eterno mañana la prometida demolición de la indeseable Presidencia de la Gran Comisión, incluyendo acciones de gran calado para reconstruir el poder legislativo con entrañas saludables, a la altura del sediento reclamo social.

El próximo 25 de septiembre estas fuerzas políticas que derrotaron al PRI –con el impresionante motor de nombre Carlos Joaquín González– cumplirán un año en posiciones del gobierno del estado, sin que haya movimientos contundentes que marquen la diferencia; porque ocupar posiciones burocráticas y refugiarse en el bajo perfil no es lo prometido.

Esto lo planteo porque con resultados tan raquíticos los dirigentes estatales del PAN y PRD, Juan Carlos Pallares Bueno y Jorge Aguilar Osorio, convocaron a conferencia de prensa para anticipar su intención de ir tomados de la mano al choque electoral de principios de julio de 2018, dando por hecho que todo el pueblo festejará en grande el casorio.

Los señores recordaron que su alianza de 2016 fue exitosa porque “se logró la alternancia en la entidad, gobernada durante 30 años por el PRI”. Corrección histórica: el PRI comenzó a gobernar desde 1975, y si su ciclo fue cortado de tajo en 2016 mi ábaco murmura 41 años.

Mal harían el azul Pallares y el amarillo Osorio en refugiarse en un dato tan engañoso como triunfalista que debe contar con el nombre del gobernador Carlos Joaquín, quien con apoyo de ciudadanos ajenos al PAN y al PRD –sobre todo priistas que también despreciaron a su gobernador Roberto Borge– logró una hazaña que fue esculpida en piedra, a diferencia de los famélicos resultados de los partidos que lo escoltaron en la batalla culminante del cinco de junio de 2016.

Si PAN y PRD no aceleran el paso en sus respectivas posiciones de poder, su nueva alianza electoral no será muy aplaudida que digamos. Pero “que con su PAN se lo coman”.

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