Pascua

“Frente a la resurrección se hallan nuestras respuestas” Roger de Taizé.

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Muchos asistieron al Triduo Pascual, para acompañar de forma más viva la celebración de la Pasión de Cristo, otros la pasaron de largo, de fiesta en fiesta.

Sin importar la actitud de cada uno, en estos días se recuerda, se medita, se vive cuando los judíos juzgan a Jesús, Judas lo entrega, Pilatos se lava las manos y lo condena, los verdugos lo atormentan, manipulan al pueblo para que lo crucifiquen, los demonios los excitan, sus discípulos lo abandonan, Pedro lo niega. Se vive una noche profunda, llena de tristeza y dolor.

El Viernes Santo al recordar la crucifixión, no podemos pasar por alto, cuando el pueblo gritaba manipulado por los fariseos: “Crucifíquenlo”, “Crucifíquenlo”. Prefirieron que se liberara a Barrabás, conocido malhechor por sus fechorías, que se declarara a Jesús inocente.

Hoy como ayer, muchos seguimos traicionando a Jesús y lo volvemos a crucificar con nuestras acciones, y sin darnos cuenta, desde el fondo del corazón de muchos, se sigue escuchando el grito de: “Crucifíquenlo”, “Crucifíquenlo”, nos dejamos llevar por la corriente al igual que ayer, y  con las propias actitudes ante los demás, en el trabajo, con los amigos, en la familia, por comodidad, por vivir en la mentira y no aceptar la verdad, por egoísmo, las razones sobran para seguir crucificando a Jesús.

Otros  pregonan no querer saber nada de Jesús, que prefieren dejarlo guardado en el cajón de los olvidos, viven solo por las noches durante estos días, viven abrazados a sus pequeños dioses de fabricación casera. Siguen obedeciendo y adorando algo… todos buscan un objeto de su amor y de su esfuerzo, a quien poder servir.

Una vez pasados estos días, se llega al domingo, que es Pascua, la fiesta de la Resurrección de Jesús, la conmemoración más importante para la Iglesia. Porque este día Cristo venció a la muerte.

La felicitación navideña está mucho más extendida que la felicitación de Pascua de Resurrección. Por un romanticismo, o por ternura ante el nacimiento del Niño Dios, todo el mundo se felicita en Navidad, aunque muchos no saben realmente su significado. Por lo contrario, son pocos los que se felicitan en la Pascua, y probablemente lo realicen  con mayor conciencia.

La celebración popular de la Semana Santa, también cabe constatar la desproporción existente entre la representación de los misterios de la Pasión y los de la Resurrección.

 Los pasos de Cristo sufriente, que son muy necesarios, para llegar a la Resurrección, superan con creces a los que representan a Cristo glorioso. En definitiva, todavía nos falta mucho camino hasta llegar a descubrir la centralidad de la fe en la Resurrección, representada en la luz del Cirio encendido, en la Vigilia Pascual.

El misterio pascual de Jesús, el paso de la muerte a la Vida, la luz que se enciende con la nueva aurora. El cuerpo que se entierra es semilla –grano de trigo que muere y da mucho fruto- para una vida más plena, de resurrección.

El amor humano nos hace entender ese amor eterno, pues el amor nace para ser eterno, aunque cambiemos de casa quedamos unidos a los que amamos. Jesús nos enseña plenamente el diccionario del amor, nos habla del amor de un Dios que es Padre y que nos quiere con locura, y dándose en la Cruz, hace nuevas todas las cosas, en una renovación del amor: las cosas humanas, sujetas al dolor y la muerte, tienen una potencia salvífica, que se convierten en divinas.

 La fiesta más importante de la Iglesia es este domingo de Pascua de Resurrección, porque Cristo ha resucitado, abramos los ojos como las mujeres que fueron a buscar a Jesús en la mañana de pascua, y un ángel les dice “¿Por qué  buscáis entre los muertos aquel que está vivo? No está aquí ha resucitado” Jesús nos invita a ver más allá de lo que se ve, a beber de ese amor verdadero, para iluminar nuestros días con este día de fiesta y esperanza cierta.

“Feliz Pascua de resurrección”.

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