Suelo
La base de la agricultura y el sistema alimentario global la constituye un suelo saludable.
La base de la agricultura y el sistema alimentario global la constituye un suelo saludable. Ese valioso ecosistema vivo llamado suelo posee una enorme importancia para la producción de alimentos, pero también es altamente vulnerable y propenso al deterioro cuando no se administra correctamente bajo premisas sostenibles.
Históricamente, el ser humano ha cultivado la tierra enfocándose en maximizar el rendimiento de las cosechas, pero restando importancia a los impactos de largo plazo que trae consigo la degradación de los suelos. El conocimiento y la comprensión de las relaciones que guardan los diferentes parámetros del suelo, como por ejemplo su textura, su acidez o alcalinidad, la capacidad de intercambio catiónico y el contenido de carbono orgánico, entre otros, y la influencia que éstos tienen en las cifras de rendimiento y productividad, pueden ser de crucial utilidad para todos aquellos que participan en el sector agrícola, especialmente en estos tiempos en que el mundo entero se enfrenta a los efectos del cambio climático y es cada vez más vulnerable a eventos meteorológicos extremos e impredecibles, mientras la población sigue creciendo y demandando más alimentos.
Juega un papel primordial en la productividad agrícola global prestar atención cuidadosa a la sanidad, composición y conservación de ese medio complejo compuesto de partículas minerales, materia orgánica, diminutos organismos vegetales y animales, agua y gases, que en su conjunto denominamos suelo y del cual conocemos muy poco. Hace cerca de 500 años, Leonardo da Vinci dijo: “Conocemos más acerca del movimiento de los cuerpos celestes que acerca del suelo que pisamos”.
El suelo es uno de los ecosistemas vivos más asombrosos de la tierra, y su formación sucede con extrema lentitud, con el paso de los siglos, al desintegrarse las rocas superficiales por la acción del agua, los cambios de temperatura, el viento y los microorganismos vivos que lo colonizan. A la naturaleza le toma alrededor de 1,000 años formar una capa de apenas 3 centímetros de suelo. Sin embargo, la erosión y la intensificación agrícola contribuyen a una pérdida estimada de 24 billones de toneladas de suelo fértil anualmente, lo que equivale a 3.4 toneladas por persona.
Tan importante se ha vuelto la relación suelo–seguridad alimentaria, que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) lanzó apenas el 13 de junio de este año el programa Afrisoils, que persigue el objetivo de incrementar la productividad del suelo en un 30% en 47 países africanos y reducir la degradación en un 25% en los próximos 10 años.
África tiene 243 de las 815 millones de personas desnutridas del planeta.
En la ceremonia de presentación del programa en Roma, René Castro, asistente de la Dirección General de la FAO, dijo: “Solamente con un manejo sostenible de los suelos podremos alcanzar un crecimiento de la agricultura, garantizar la seguridad alimentaria y adaptarnos a un clima en constante cambio”.