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Esta semana me vi inmerso en una plática muy interesante, en la cual me hicieron dos preguntas fugaces, la primera fue ¿Qué se siente salvar una vida? Y en seguida vino otra ¿No te cala que le den gracias a Dios en vez de a ti? Confieso que me tomó más de un par de minutos comprender dónde podrían estar mis emociones bajo esas preguntas así que, lo primero para dar respuesta fue preguntarme si de verdad salvo vidas.

 Así que mentalmente viajé hacia los tantos pacientes con Covid grave que he visto, lo difícil que ha resultado ayudar a varios de ellos a salir adelante pero que, con mi ayuda, lo han logrado; lo mismo con los infartos, los pacientes depresivos o muchas otras patologías. Entonces recordé que los médicos no salvamos vidas puesto que, lo único seguro para todos es que, tarde o temprano, vamos a morir.

Entonces, como médico, lo que hago son dos cosas, por una parte luchar para evitar algo que a la larga será inevitable y segundo, dar una buena calidad de vida mientras lo inevitable, la muerte, llega.

Lo anterior podría escucharse muy negativo, pero no va fuera de la realidad, a diario los médicos luchamos por prolongar la vida, por dar una segunda, tercera o hasta décima oportunidad para que el paciente siga en el plano terrenal para cumplir con su misión. Estoy seguro que todos tenemos una misión en la vida y eso entonces me lleva a la segunda pregunta que me hicieron ¿No te cala que le agradezcan a Dios? Bueno, pues quizá la misión que Dios me ha encomendado es estar aquí, en este momento, ayudando a dar segundas oportunidades, a prolongar lo inevitable, a dar paz a las familias de los enfermos, a tratar de dar una mejor calidad de vida. Mis dones, los de todos, fueron puestos por Él, por tanto, mi contador salva mi cartera ¡gracias a Dios! pues obtuvo esa inteligencia y esos dones a través de su vida en un camino puesto por Dios. Así el arquitecto, gracias a Dios, diseñó una casa magnífica, hermosa, la cual el ingeniero, gracias a Dios, construyó de manera duradera, siempre con esos dones que a lo largo de nuestra vida hemos convertido en aptitudes.

Así que no, no me cala, no me enoja ni me perturba que digan que gracias a Dios se ha salvado un paciente pues, pienso que sí fue gracias a Él y, con esa fe, pongo todas mis esperanza de que pueda seguir fortaleciendo mis dones y guiándome por el sendero adecuado para que pueda hacer mejor y perdurable la vida de otras personas, gracias a Dios.

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