“Seguir disfrutando la vida maravillosa” Anónimo

Un día cualquiera, amanecí y ya no estaba, mi querido compañero de casi 43 años de vida. Un paro fulminante se lo llevó a la otra vida...

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Un día cualquiera, amanecí y ya no estaba, mi querido compañero de casi 43 años de vida. Un paro fulminante se lo llevó a la otra vida. Entre la incredulidad, el dolor tan profundo y el avisar a los hijos, a la familia, con un gran dolor, un gran vacío. Uno no halla la forma de seguir caminando.

En el mundo tan materializado que vivimos, la muerte presenta un pavoroso temor, se prefiere no hablar de ella, da miedo, susto, y en ocasiones mejor la ignoramos. Sin embargo, esconder la cabeza como el avestruz no es lo más adecuado. Enfrentarla y hablar de ella es mucho mejor.

Y al saber que todo ser humano estamos compuestos de materia y espíritu, y es el cuerpo material el que muere, y el espíritu se desprende y tiene un nuevo amanecer. Nos dice la doctora Elizabeth Kubler Ross “Que nuestra vida en el cuerpo terrenal solo representa una parte muy pequeña de nuestra existencia”. La vida del espíritu, no está limitada a una existencia única. Esta vida va más allá. Lo mismo nos dice la religión.

A pesar de esos primeros días nebulosos que fueron para mí y mis hijos; esos recuerdos vagamente las cosas que hicimos, quienes fueron a dar el pésame, quienes escribieron desde lejos, quienes hablaron, quienes mandaron flores. Todo es un recuerdo confuso y nada claro, pero lo más importante fue haber sentido el cariño de tantas personas que nos demostraron su cariño. Y poder agradecer todo el cariño de tantas personas que de una forma u otra se hicieron presente.

Este triste acontecimiento, me recuerda cuando hace más de veinte años murió mi mamá, y una amiga me escribió algo parecido a lo siguiente:

El Jardinero del Cielo al ver una muy bella flor en la tierra, viene y la corta, se la lleva al Cielo, para que su aroma, su color, su alegría la irradie en su Jardín. Aquí queda un gran vacío, nos arrancan de tajo a la persona querida, el dolor es enorme. Nos queda la certeza que está en un mejor lugar y que su momento ya había llegado.

Esto es una gran tranquilidad, sin embargo, el saber el hueco que deja mi compañero de vida, el vacío tan grande que hay en mi alma, el dolor que todos los días se tiene, el enojo de saber que ya no está, el llanto interminable en comidas familiares, la dificultad para seguir caminando…; saber que hay vida después de la muerte, y que hay más alegrías de las que nos imaginamos en el Cielo; nos da la esperanza para llegar un día a la paz en el corazón. 

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