Seguridad secuestrada
El secuestro de una reconocida dama chetumaleña, cometido el pasado lunes por la tarde en el Boulevard Bahía de esta capital...
El secuestro de una reconocida dama chetumaleña, cometido el pasado lunes por la tarde en el Boulevard Bahía de esta capital, cimbró con violencia a la sociedad quintanarroense que cada día atestigua con asombro renovado cómo el terror de la delincuencia más infame sigue ganando terreno en una entidad que hasta el año pasado era considerada como una de las más seguras del país.
La víctima, una mujer muy querida en la capital del estado, madre de familia y activa en diversos grupos y causas sociales, es esposa de un exsecretario estatal de Salud ajeno a los escándalos y entregado a su profesión.
El “levantón” ocurrió mientras la dama trotaba como era su costumbre en el boulevard, ante la mirada sorprendida de testigos que a pesar del miedo que los dominó lograron registrar las placas del vehículo utilizado por los secuestradores y reportar de inmediato los hechos al número de emergencias, pero la respuesta policial fue tardía, lo suficiente para que los criminales se dieran a la fuga.
La nula presencia de corporaciones policiacas en el bulevar motivó a los secuestradores, por lo que las policías preventivas de los órdenes estatal y municipal tienen que reaccionar, evitando que nuestra capital sea secuestrada por los malvados que toman nota de las acentuadas debilidades de nuestros guardianes.
Para los quintanarroenses quedó claro que vivimos en un estado de indefensión donde los criminales operan a sus anchas, sin temor de ser atrapados ni castigados porque la impunidad sigue siendo la norma. Porque no es el único secuestro reportado en el sur del estado, ya que apenas la semana pasada otra mujer –dueña de un minisúper en Nicolás Bravo– fue plagiada y aún no se sabe nada de ella.
Estos dos secuestros confirman que el crimen organizado ya extendió sus tentáculos hasta el sur de Quintana Roo que ocasionalmente ha sido sacudido por la delincuencia, lo que debe obligar a los mandos anticrimen a replantear sus estrategias para enfrentar el desafío hasta hoy incontenible.
En Chetumal no se recordaban agresiones de tal impacto desde 2010, cuando fueron secuestrados los conocidos empresarios madereros Octavio Rigoberto Ramos Alonso y Felipe Martínez Salas, caso que tuvo un trágico desenlace y que permanece abierto.
Hoy la delincuencia ha dejado de ser una pesadilla para convertirse en dolorosa realidad cotidiana que ha hecho fluir el miedo en el sur del estado, a la vez que tira al drenaje el discurso oficial de los “hechos aislados” y del “no pasa nada”.