Senado: oportunidades de negocios
Luego de la ominosa sesión del Instituto Nacional Electoral del pasado viernes 23 de agosto...
Luego de la ominosa sesión del Instituto Nacional Electoral del pasado viernes 23 de agosto, en la que fue ratificada la mayoría calificada para el oficialismo encabezado por el Movimiento de Regeneración Nacional en la Cámara de Diputados para la próxima legislatura, las interpretaciones imprecisas, incompletas o de plano erróneas prevalecieron en medios informativos de toda laya y catadura, tanto a nivel nacional como en los planos locales: se insistió en un triunfo consumado de la Cuarta Transformación, cuando tal cosa, aunque a punto estuvo, no sucedió.
El viernes, antes de la reunión de marras en el seno del máximo árbitro electoral administrativo del país, comentamos en este espacio que, si bien la llamada “supermayoría” del partido del presidente y sus lapas habían obtenido más de dos tercios de las curules en la Cámara Baja, el balance favorable al obradorismo en el Senado no era tan contundente.
En efecto: en San Lázaro la demografía legislativa quedó así: Morena obtuvo 236 diputaciones; el Partido Verde Ecologista de México, 63; el Partido del Trabajo, 51; el Partido Acción Nacional, 72, el Partido Revolucionario Institucional, 35; Movimiento Ciudadano, 27, y el Partido de la Revolución Democrática —que perdió su registro—, solo dos. Lo anterior implica que con los 350 asientos logrados por la coalición oficialista (Morena-PVEM-PT) Claudia Sheinbaum Pardo podrá hacer transitar sin problema alguno —y con plena legalidad— todas las iniciativas que se le ocurran —o, según sus malquerientes, le dicte su antecesor—, aunque requieran de mayoría calificada, como son las reformas a la Constitución Política.
El conglomerado de escaños de la oposición se quedó tan corto, que por más que tengan sentido, lógica y hasta razón fáctica los reclamos, que no son pocos, se ve más que imposible que en otras instancias la decisión colegiada del árbitro pueda ser revertida, e incluso, más allá de los actores político-partidistas, los analistas y la intelectualidad, entre el pueblo, de por sí eminentemente obradorista, no cabría esperar apoyo a una presunción de fraude.
La legendaria sentencia cesariana —o atribuida a Julio César—, alea iacta est, (los dados fueron echados, o la suerte está echada, como decimos generalmente), que sin rubor —y seguramente con mucho gusto— pudiera haber sido pronunciada el viernes por la consejera presidenta del INE. Guadalupe Taddei Zavala, sería muy apropiada para la realidad fáctica de que la Cámara de Diputados será propiedad absoluta del Morena y sus apéndices, máxime cuando las reformas constitucionales pendientes se originaron desde febrero en la albeante sesera macuspana, por lo que son para ellos incontrovertibles palabras de dios. Dixit.
Sin embargo, aunque sea por muy poco, en el Senado la situación del balance político es tan limítrofe como una obra de teatro de Jean-Paul Sartre: en Paseo de la Reforma e Insurgentes la pandilla incondicional de Andrés López y Claudia Sheinbaum no será tan avasalladora: como en casi todo el país en donde algo se vota, lograron mayoría, pero en este caso, luego del tamiz del INE, se quedaron a tres legisladores de alcanzar la mayoría calificada, por lo que sin la aquiescencia de por lo menos ese número de opositores las reformas constitucionales de López que fuesen alegremente aprobadas en San Lázaro, en la Cámara Alta pudieran ser rebotadas y enviadas a la congeladora, no solo por tres años, como sería en caso de que la negativa se diera en la Cámara de Diputados, sino por todo el sexenio de Sheinbaum.
¿Cuál es el panorama? Una primera vía sería que la soberbia de la que hace gala —sin las dotes políticas de su mentor— tendría que ser dejada para otros ágoras, pues en la legislativa no contará con el respaldo absoluto del Senado que la Cuarta Transformación tiene a su disposición en la Cámara de Diputados: se verá precisada a poner buena cara —como esas que pone cuando su jefe político la ensalza, la reconoce y le echa porras, dejar de lado sus moditos autoritarios y de superioridad, y negociar, a través de los senadores que le serán afines —incondicionales— con los pares que pudieran ponerse rejegos con la titular del Poder Ejecutivo.
La otra vía, oscura y vergonzante, necesariamente oculta, será la de la negociación bajo la mesa, el cohecho, la corrupción y la perversión institucional que, por desgracia, desde la época colonial caracteriza a la política y al ejercicio del poder en este pobre México, que carga como maldición con el epíteto de corrupto.
Mas si el lector tuviera a bien expresarlo de manera menos umbrosa, más alegre, deberá decir mejor, muy al estilo neoliberal, que se abren “oportunidades de negocios”.