‘Tengo sed’
“Jesús nos ama sin límites, siempre, hasta el final. Él nos ama a todos, hasta el punto de dar su vida por nosotros...
“Jesús nos ama sin límites, siempre, hasta el final. Él nos ama a todos, hasta el punto de dar su vida por nosotros. Él dio su vida por ti, por ti, por ti, por mí, por él… por cada uno, con nombre y apellido", Papa Francisco.
Observando la luna llena después de la primavera, me recuerda la Pascua judía, el paso de la esclavitud a la libertad, por medio de Moisés. Y a los cristianos nos recuerda la Pascua cristiana, el paso de la vida ordinaria a una vida extraordinaria con Jesús. Estamos por empezar la Semana Santa, y viviremos la Pasión y Crucifixión de Jesús, para pasar por el silencio del Sábado Santo y llegar a la Resurrección de Cristo.
Durante la Pasión de Cristo podremos observar entre otras muchas cosas, el juicio injusto a Jesús, Judas lo entrega, Pilatos se lava las manos, sus discípulos lo abandonan, los verdugos lo atormentan en la flagelación, Pedro lo niega, los demonios los incitan. Se vivió una noche profunda, llena de tristeza y dolor. Amaneciendo el sábado, había más preguntas que respuestas, había un profundo silencio, una sensación de abandono, de vacío. Jesús murió el viernes...
Pero recordemos que una vez que fue juzgado Jesús, además de sudar sangre en el huerto de los Olivos, de estar encadenado, de ser arrastrado de un juez a otro, recibir salivazos, una corona de espinas, de ser azotado, de recibir el peso de la cruz, sus caídas y dolorosos encuentros. Llega al monte Calvario para ser crucificado.
Estando a punto de morir, Jesús pronuncia varias frases cortas, frases muy significativas, cada una de ellas están llenas de amor y comprensión, de perdón y reflexión. Además de perdonar a quienes lo crucificaron, dice otra frase que llama mucho la atención, por ser una expresión de gran humildad: “Tengo sed”. Sed que a Jesús le atormentaba, por la gran pérdida de sangre, era motivo de su angustiosa sed. Estaba sin fuerzas.
Pero, más que esa sed física que le atormentaba, y que todos podemos así pensarlo, tiene una gran sed de almas, de personas que quieran seguirlo. Personas que estén dispuestas a amarlo, sin importar la cruz.
Tiene sed de la verdad y justicia, tiene sed, para que todos los hombres hablen y defiendan siempre la verdad, a pesar de las consecuencias que pudiera acarrear. Una gran sed de paz en el mundo, que los gobernantes busquen la paz en sus naciones.
Después de casi dos mil años, Jesús sigue diciendo hoy en día “tengo sed” a pesar de no ser escuchado, por un mundo materializado, por un mundo consumista y hedonista, donde solo es importante el placer, un mundo donde se rechaza la religión y todo lo que tenga que ver con Dios. Este mundo vacío de Dios ha envuelto al ser humano en una gran espiral llegando a un vacío existencial de su vida.
Nos topamos como los adelantos de la ciencia, los ruidos del mundo, no permiten escuchar esa frase de Jesús: “Tengo sed”. Provocando indirectamente en el mundo entero una gran desorientación, porque se creía que la ciencia era omnipotente, y hoy revela sus miserias y limitaciones. Limitación e incapacidad de resolver los problemas meramente humanos. El descontento e inseguridad en general de las personas al verse agredidas en su vida por el terrorismo, la violencia, la corrupción, el narcotráfico, la degradación en su alrededor, que son latentes en todos los países.
Así como pidió colmar su sed hace casi dos mil años, nos enfrentamos a un mundo que ha expulsado a Dios de todas las instituciones, de las escuelas, de la vida diaria, y el hombre se ha llenado más de la ciencia, de la tecnología; buscando el tener y el tener más de todo, llenándose de uno mismo, reinando por completo el egoísmo, el narcisismo, sin la más mínima preocupación de buscar a Dios en la vida. Y a pesar de este comportamiento del ser humano, hoy Jesús sigue gritando con mayor intensidad: “Tengo sed”.
En el olvido está la sabiduría cotidiana, que viene del amor que sólo Dios el Creador de todo, puede dar, cuando uno se acerca a Él, cuando el ser humano trata en la medida de sus posibilidades saturar esa sed que Jesús implora desde su cruz; que quiere darse diariamente en la Eucaristía, para llenar el vacío de cada persona. Jesús tiene sed del amor de cada persona, para colmarla con su amor y misericordia.