Todos somos migrantes
La migración se ha vuelto un gran problema para casi todo el mundo. México vive uno de sus peores momentos...
La migración se ha vuelto un gran problema para casi todo el mundo. México vive uno de sus peores momentos en este tema. Hasta el siglo pasado, la palabra migrantes aludía a los mexicanos que se iba “al otro lado” en busca de fortuna, hoy, para nosotros, evoca las caravanas de centroamericanos que ingresan al país por la frontera sur jugándose la vida al viajar en la “bestia” (el tren desde Chiapas), ser víctimas de la delincuencia organizada o de las propias autoridades. Son riesgos que derivan en tragedias, como la ocurrida en diciembre pasado.
Esta semana, la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) informó que nuestro país registró en 2021 un récord en el número de solicitudes de refugio: 131 mil 448, que supera la marca histórica del 2019 en 86.84 por ciento. La mayoría, cerca de 90 mil, se hicieron en Tapachula, y Palenque, Chiapas. Esos datos confirman lo que dice la ONU, que México se ha convertido en una nación de destino, ya sea a través del refugio o el asilo.
Paradójicamente, mientras el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (Acnur) advirtió que hay riesgo de colapso del sistema, Alejandro Encinas, subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración de la Segob, celebra que “México ha dejado de ser un país de tránsito y expulsión de migrantes a Estados Unidos para convertirse en un país de destino y acogida” y afirma que “el actual Gobierno ha tomado el compromiso de promover una migración ordenada, regulada y segura (…) facilitando su integración al desarrollo de nuestro país”.
Cuestión de enfoque o respuesta de político. Porque si bien no lo percibimos mucho en el sureste, en otros estados donde transitan, acampan o se asientan esos desplazados que huyen de la violencia o miseria de sus países, generan graves problemas a las autoridades, ya que demandan (o exigen), techo, comida, atención médica y servicios. Precisamente el acuerdo que obliga a los solicitantes de asilo en Estados Unidos a permanecer en México mientras esperan sus audiencias, se extendió el miércoles a otra ciudad fronteriza.
Sin embargo, no debemos de perder de vista que la gente tiene todo el derecho de buscar otros lugares donde labrarse un mejor futuro, y hay que ser empáticos en esto porque todos en algún momento de nuestra vida hemos sido migrantes, por voluntad o por otras circunstancias. Los militares son ejemplo de ese peregrinar continuo, siempre cambiando de cuartel o de barco cada determinado tiempo, de ahí que la mayoría de sus familias no tienen arraigo en un lugar determinado, salvo que las dejen fijas en una ciudad, pero entonces surge otra complicación: la desintegración familiar.
El problema no es de fácil solución, por eso, la senadora Gina Cruz Blackledge, presidenta de la Comisión de Relaciones Exteriores de América del Norte, en el Senado, urgió al Gobierno federal a dar un golpe de timón y hacer efectivas las palabras de Alejandro Encinas: garantizar una migración ordenada, segura, regular y respetuosa de los derechos humanos.
De varios lugares
Eso de la vida errante de soldados y marinos tiene su lado anecdótico. Por ejemplo, las esposas casi nunca son del mismo lugar de origen de ellos, y muchas mujeres se desarraigan de sus familias al casarse con militares y se alejan de amistades de la infancia o adolescencia.
Con los hijos pasa algo curioso: por lo general los hermanos nacen en diferentes lugares, según donde se encontraba comisionado el militar. Como los cambios generalmente se ordenan de improviso, a veces el registro del nacimiento se hace en otro lugar, lo cual complicaba (ahora no tanto) obtener los famosos certificados. Con los estudios sucede lo mismo: casi ninguno de los hijos inicia y concluye un nivel en una sola escuela (hay quienes cursaron la primaria en tres o cuatro diferentes ciudades). De la fe de bautizo o de la confirmación cuando deciden casarse, para qué le cuento porque los padrinos generalmente residen en otra ciudad.
Finalmente, al crecer los muchachos se casarán con alguien que no es de su tierra, no conocen mucho tiempo a las familias y, llegado el momento, se alejan de ambos núcleos familiares. Como dice la canción: se repite la historia.
Pero tiene su lado amable: se conocen otras ciudades, diferentes costumbres, tradiciones, culturas y, lo principal, mucha gente con la que se establecen fuertes lazos de amistad que perduran a pesar de las distancias.