Reflexión al fin de año 2017

Si fuéramos un poco más inteligentes se prohibiría la fabricación, venta y quema de pirotecnia...

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Por Simón Chávez Flores

Veo en la TV que en todo el mundo la gente se está preparando para recibir el nuevo año 2018. Pero, ¿qué con eso? Parecen autómatas, idólatras de una tradición de festejos. “Enfiestarse”, “excitarse”, emborracharse y cometer errores.

Se queman toneladas de pólvora en cohetes y juegos pirotécnicos, contaminando mucho más la atmósfera del planeta, para que el año que viene nos volvamos a poner la camiseta contra el calentamiento global y la contaminación, que es una pistola cargada a la que le estamos jalando el gatillo con nuestros errores.

Luego llegan las otras celebraciones como la Independencia, la Revolución, el día de la Virgen de Guadalupe, etc.étera, y la gente sigue quemando pólvora, produciendo basura innecesaria por miles de toneladas (sólo en mi país), porque solamente con los cohetes, la cantidad de papel utilizado es aberrante, y la tala indiscriminada de bosques y selvas es como ir excavando una profunda “fosa común” donde toda la especie terminará explotando los últimos fuegos artificiales en celebración de nuestra propia extinción, y en lugar de ser cubiertos por tierra, nos iremos enterrando en nuestra propia basura.

Hacer explotar los cohetes es exponer al ambiente a la reacción química de nitrato de potasio con azufre y carbón, más las sales metálicas para que se vean colores.

Si fuéramos un poco más inteligentes deberíamos prohibir de manera absoluta la fabricación, venta y quema de estos productos. Un ejemplo es el mercado de San Pablito, en Tultepec, Estado de México, que a tanta gente ha matado y que de todas formas se reconstruye una y otra vez (por ser un enorme negocio en contra de la humanidad).

La gente debería hacer conciencia de todos los errores y tonterías que hicieron en cada año que termina, y prometerse a esforzar el pensamiento para encontrar soluciones a nuestros problemas y frustraciones, de manera de no dañar a terceros y procurar el bienestar propio y ajeno.

En mi país -siento decir la verdad- la gente es cada vez más ignorante y mal educada. Estamos peor que nuestros primitivos ancestros porque al menos ellos no eran malintencionados. Hemos sido orillados a un rincón donde sólo se puede subsistir a través de la “ley del más fuerte”.

Brilla la impunidad y la traición a los valores humanos en los que la intención es (o era) el mejoramiento de la convivencia en sociedad, en armonía con la naturaleza y con nosotros mismos.

¿Cómo vamos a crecer como personas? Contamos con una historia que nos invita a no cometer los mismos errores de antaño, contamos con ciencia y tecnología avanzados, con líderes espirituales que nos han enseñado el mejor proceder en nuestras vidas, pero nos hallamos nadando entre asesinatos, violaciones, atropellos, secuestros y robos todos los días por parte de enfermos mentales y monstruos de la maldad, y los que se suponen deben poner el orden y educarnos.

Íbamos bien, el Hombre pudo controlar el fuego, su cerebro creció. Descubrió que la agricultura era la salvación de la hambruna. Inventó numerosos sistemas de lenguaje y comunicación, y descubrió que la mejor manera de convivir es la paz, la tolerancia y las buenas intenciones. Entonces, ¿qué nos está pasando? Parece que hemos llegado a un punto del camino en el que el paso siguiente es un acantilado, un barranco.

¿Dónde está nuestra inteligencia?, ¿nuestro sentido común? Parece que esa diferencia entre nosotros y los animales ahora juega en nuestra contra. Ellos son más civilizados.

Feliz 2018, y ojalá después de todo el festejo, recapacitemos en relación a nosotros mismos.

 

- Autor del libro “Mi discapacidad, la poesía y el IMSS”

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