2014: ahí está el reto para Peña y el PRI
Enrique Peña nieto ha sabido encontrar los mecanismos para mover la politiquería y destrabar la inmovilidad en la que se encontraba el país.
Éste ha sido el año del PRI. Recobró la Presidencia de la República y, desde un primer momento, el jefe indiscutible del partido —restaurando los usos de la más pura tradición tricolor— marcó una agenda muy clara a sus afiliados: en 2013 debían tramitarse obligadamente cambios y reformas estructurales. En ese sentido, misión cumplida. Pero, justamente, ahora no lo tiene nada fácil el antiguo partido oficial. ¿De veras van a bajar los precios de la electricidad y la gasolina? ¿Llegarán al país grandes inversiones del exterior? ¿Habrá un crecimiento económico visible? ¿Cambiará la historia de siempre y no se perderán los presuntos beneficios de la reforma energética en un mar de raterías y corruptelas? Dicho en otras palabras, ¿mejorarán las condiciones de vida de esos millones de mexicanos que nunca han conocido el bienestar?
He ahí el gran reto de Enrique Peña. Pero, por lo pronto, ha sabido encontrar los mecanismos para mover la pesada maquinaria de la politiquería y destrabar la situación de perniciosa inmovilidad en la que se encontraba el país. En su momento, no hay que olvidarlo, el PAN saboteó pura y simplemente la iniciativa de reforma energética que había promovido Ernesto Zedillo. El obstruccionismo corrió luego por cuenta del PRI, que en manera alguna habría de permitirle logros al partido que le había arrebatado el poder. Y el PRD, ya lo sabemos, ha dicho no a todo desde siempre. Pues bien, esto cambió en 2013 y no es una proeza menor del actual inquilino de Los Pinos. Simplemente, haber contado con la oposición de izquierda para celebrar el Pacto por México nos habla de una indiscutible habilidad para hacer política, así sea que el acuerdo, desbaratado por los perredistas al haberse promulgado la reforma energética, no haya logrado traspasar siquiera un año de vigencia.
Es el momento, ahora, de evaluar los costos y beneficios para unos y otros: definitivamente, el gran ganador es el PRI. Pierde, si acaso, la adhesión de sus miembros más recalcitrantes al atreverse a alterar unos dogmas que parecían inamovibles. Pero, la gran mayoría de esa gente había ya emigrado de cualquier manera al PRD. No parecen tampoco tan menores los réditos obtenidos por un PAN que, muy diestramente, aprovechó el descontento provocado por la reforma fiscal y la defección del partido del sol azteca para vender más caro su amor y promover cambios aún más radicales en el tema energético. No son, es cierto, beneficios aplicables directamente en el ámbito interno –es decir, entre una militancia dividida e inconforme— y no sirven, creo yo, para fortalecer a la organización en el terreno electoral pero el mero hecho de que la reforma incorpore algunas propuestas directas del panismo —y que ello termine por resultar provechoso para los intereses de la nación— es un logro incuestionable. En lo que toca al PRD, su obstinado y radical rechazo a la propuesta le resultó completamente contraproducente en tanto que dejó el espacio libre a los promotores de la “derecha”: la reforma, tal y como fue formulada al final, no hubiera sido tan presuntamente extrema si los perredistas hubieran ofrecido una mínima colaboración. Y, en estos momentos, se encuentran en una suerte de tierra de nadie, frente a hechos consumados, condenados de todas maneras por un Obrador que repudia su participación en el Pacto y sin márgenes de acción para cambiar las cosas.
Sin embargo, el hecho de que la oposición deba recomponerse no le allana enteramente el camino a un PRI que, lo repito, tiene delante un reto formidable. No sabemos, por ejemplo, si el subcomandante Marcos va a celebrar el vigésimo aniversario del levantamiento zapatista con una nueva sublevación; es muy poco probable, pero los rumores de posibles revueltas protagonizadas por nuevos grupos subversivos han bastado para que los altos responsables de la seguridad nacional no se hayan tomado vacaciones. Es también el aniversario de la entrada en vigor de un Tratado de Libre Comercio de América del Norte cuyos beneficios no son nada evidentes para mucha gente. Y, 2014 será, sobre todo, el año en que tendrán que darse resultados en los renglones que más preocupan a los ciudadanos de este país: la economía y la seguridad. Si eso no ocurre, la indudable habilidad política del presidente Peña no servirá ya para mitigar el creciente pesimismo de los mexicanos.