70 centímetros de democracia

El salinato no terminó el 1 de diciembre de 1994, cuando Ernesto Zedillo recibió de Carlos Salinas de Gortari la banda presidencial.

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El pasado 16 de diciembre se cumplieron 25 años de la desaparición forzada de José Ramón García Gómez; la primera que cometiera ese régimen criminal mejor conocido como salinato, cuyas administraciones se siguen sucediendo independientemente del color partidista que desgobierne en la gerencia general y las gerencias departamentales que algunos llaman presidencia de la república y gobiernos estatales de este país subastado al mejor postor en nombre de la ley.

No, el salinato no terminó el 1 de diciembre de 1994, cuando Ernesto Zedillo, también conocido como El Chacal de Acteal, recibió de Carlos Salinas de Gortari la banda presidencial diciéndole: “Gracias, señor presidente”; más bien, allí inició la sucesión de administraciones ora priistas, ora panistas, ora perredistas, ya federales, ya locales, del salinato; y, allí también, continuó la cuota de sangre que el pueblo de por sí venía pagando, pero que a lo largo de 25 años ha venido en aumento por razones políticas y económicas sexenio tras sexenio.

Tengo conmigo, en un álbum de fotografías tan íntimo como la memoria que lo custodia, junto a los rostros de Sor Juana, Sacco y Vanzetti, Gandhi, Luther King, César Chávez, Meyerhold y Dení Prieto, la imagen de José Ramón micrófono en mano, una pequeña bocina cerca de los pies y arengando a quien pudiera y quisiera oírlo aquello de: “Nadie va a impedir que pueda ejercer mi derecho a expresarme en los 70 centímetros de democracia que a cada ciudadano le corresponden.”

¿Se imagina usted, improbable lector, lo que una decisión así significa? El salinato lo imaginó, no hay duda, y sus administraciones, incluyendo la más reciente, se han dedicado muy prolijamente a detener, desaparecer y asesinar a toda aquella persona que compartiera y fuera consecuente con el sueño de José Ramón.

Aún así, uno prefiere caminar y llevar consigo los centímetros de democracia que a uno le toca y darse a la tarea de aprender a juntarlos con los de las y los demás; aprender de quienes al mirar hacia los lados hacia abajo miran porque abajo se están y, en ése su mirar, animan a que otros, quienes de una u otra manera padecemos el avance de las cuatro ruedas del capitalismo: la represión, la explotación, la burla y el despojo, nos miremos. 

Por cierto: Feliz Navidad

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