A 70 años del fin de la Segunda Guerra Mundial

Al terminarse la I Guerra Mundial, y hasta 1939, la humanidad solía referirse a ella como “La Gran Guerra” y nadie se podía imaginar que ésta había sido sólo un ensayo...

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Al terminarse la I Guerra Mundial, y hasta 1939, la humanidad solía referirse a ella como “La Gran Guerra” y nadie se podía imaginar que ésta había sido sólo un ensayo de la estaba por venir.

La II Guerra Mundial, con más de 60 millones de vidas perdidas durante la contienda y 70 millones de muertes más por los conflictos o dictaduras que derivaron de ésta, ha sido el evento más desgarrador de la historia. 

Nunca el mundo ha estado tan al vilo y resulta curioso pensar que naciones que hoy en día son hermanas y conforman un bloque conjunto en economía, servicios sociales y moneda única, hace poco más de medio siglo estaban masacrándose mutuamente. 

Pasearse por el Londres de hoy y ver a una pareja de adolescentes alemanes con los jeans rotos darse un apasionado beso en Picadilly Circus resulta casi irónico si pensamos que los ingleses tuvieron que evacuar a sus niños de la ciudad por los interminables bombardeos que sufrían a diario por la aviación manejada por los abuelos de estos inocentes y desenfadados muchachos, que luego del beso se van de buena gana a compartir una cerveza con amigos ingleses entre carcajadas. 

La reconciliación Europea occidental es un ejemplo a seguir por el mundo entero y fue el resultado de la inteligencia con que los aliados supieron enfrentar la derrota de la devastada Alemania. Eso desafortunadamente no sucedió con las naciones que fueron liberadas por los soviéticos. 

Estos países se vieron bajo la bota comunista y tuvieron que cambiar la opresión nazi por la amenaza rusa. Los pobres que osaron retarla, como Checoslovaquia o Hungría, pronto revivieron la barbarie de verse invadidos por tanques extranjeros. 

Los alemanes, hace 70 años, por estos días, lo sabían perfectamente; si caían bajo la bota rusa el tema iba a ser muy diferente que si se rendían a los occidentales. 

Al suicidio de Hitler, siguió como Canciller el imbécil de Goebbels, que por suerte también se dio un plomazo a las pocas horas. 

Mientras la derrota se le venía encima como un tren, la responsabilidad de dar el último golpe de timón a la moribunda Alemania y encallarla en la playa adecuada cayó en el jefe de la marina, el Almirante Karl von Dönitz, un nazi de cepa pero un hábil negociante, habilidad que le valió salvarse de la horca en Nuremberg y ser condenado a sólo 10 años de cárcel.

 Inmediatamente se puso en contacto con el Comandante Supremo de la Fuerza Aliada, Dwight Eisenhower y le pidió cinco días para desacelerar la maquinaria nazi antes de declarar la derrota y firmar la capitulación. 

Dönitz desafortunadamente no sabía que había un acuerdo entre occidentales y rusos de dejar Berlín bajo la bandera roja. Nadie imaginaba que este mal arreglo dejaría la ciudad dividida por un muro de concreto hasta 1989. 

De todas formas, Dönitz y Eisenhower lograron que al menos la mitad de Alemania viviese fuera de la anormalidad comunista.

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