A Yucatán lo hacemos todos

He vivido y visitado muchas partes del país y debo decir que en ningún lado me he sentido tan discriminada como en Yucatán.

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La semana pasada el Gobierno del Estado publicó en todos los periódicos un anuncio invitando a la gente a participar en la consulta del transporte público. Nada de raro, dirá usted, lo peculiar era la frase de convencimiento, que decía: “¿Quieres que Mérida se llene de autos como en el DF?”. Y no dudo que algunos me preguntarán cuál es el problema. Pues ese, que la discriminación y la xenofobia en Yucatán están tan arraigadas que ya ni las distinguen y las consideran normales. 

Yo nací en el DF y llegué a Yucatán hace cuatro años; he vivido y visitado muchas partes del país y debo decir que en ningún lado me he sentido tan discriminada como en Yucatán. He pasado por el común “huach”, decirme que por qué sigo hablando como hablo o por qué como lo que como, hasta aguantar al fulano que me hace insinuaciones sexuales y que cuando lo pongo en su lugar me dice que me tengo que aguantar porque estoy en su estado y “como de los yucatecos”. 

Si usted cree que esa es mi percepción, le cuento que me he dedicado a hacer un sondeo entre foráneos radicados en Yucatán. De 50 personas, 40 se han sentido discriminadas y consideran que las autoridades no fomentan un ambiente libre de xenofobia. La prueba la tenemos en el desplegado del que hablaba al inicio. 
Tampoco contribuyen los policías que tienen la consigna de detener a cuanta persona tenga “aspecto fuereño” o conduzca un coche con placas de otro estado, según sus propias palabras. 

Tampoco lo hacen los funcionarios de primer nivel a quienes he escuchado decir que deberían cerrar las fronteras del estado para que no lleguen más “extranjeros” o los que dicen que si no les gusta el calor o las costumbres, que se vayan. Y mucho menos los medios de comunicación que al dar a conocer una noticia, sobre todo de nota roja, apuntan: se capturaron (sic) a cinco personas provenientes de otros estados; cubano golpea a mujer tabasqueña. 

La xenofobia, al igual que todas las manifestaciones de violación de derechos humanos, se aprende. Si un niño crece en una casa en donde su papá le pega a su mamá, va a aprender que esa es la forma normal de vivir. Si un niño escucha a sus papás decirle huach a un foráneo o menospreciar las costumbres de otros estados, va a aprender que esa es la forma. 

Es un trabajo de sociedad, no es exclusivo de las autoridades ni de los medios, porque ¿saben qué?: ninguno de los participantes en el sondeo se arrepienten de haber venido a Yucatán, lo que significa que no se van, no nos vamos a ir. 

Yo sigo con mi investigación y campaña anti-xenofobia. Si usted es foráneo viviendo en Yucatán, lo invito a buscar la página de FB de Numeraria y contestar el sondeo. Y si es yucateco y quiere sumarse, lo invito a compartir el sondeo e inscribirse en la lista de correos. A Yucatán lo hacemos todos.

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