Abarca enterró el mito de la coordinación como estrategia

No se hizo absolutamente nada contra Abarca. Nada. Lo cual seguramente le hizo pensar que podría seguir haciendo lo que se le pegara la gana.

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Así lo escribió Eduardo Guerrero —quien sabe mucho de esto— en Gatopardo de este mes: “Con el regreso del PRI a Los Pinos se puso de moda la palabra “coordinación”. Las respuestas del Presidente y del secretario de Gobernación a todas las interrogantes sobre la política de seguridad pasaban en algún momento por sugerir que habría un trabajo más cercano con los gobiernos estatales y municipales.

En la práctica, la dinámica que ha prevalecido durante el primer año y medio ha sido similar a la que siguió Calderón: mandar al Ejército y a la Policía Federal a atender las crisis más severas de inseguridad y violencia, generalmente cuando ya representan una amenaza grave para el orden público y la gobernabilidad.

En lo que va de este año, han tenido lugar al menos cuatro “reforzamientos” de los operativos federales con base en esta lógica reactiva (Michoacán, Tamaulipas, Guerrero y el Estado de México).

Es decir, la mayor coordinación, el mejor trato, las reuniones regionales, no eran una estrategia, eran solo eso, reuniones. En la realidad, la estrategia no ha cambiado demasiado y consiste en el gobierno federal subsidiando la debilidad de los gobiernos locales.

Si alguien pensaba debatir el diagnóstico de Guerrero y otros expertos en seguridad, lo sucedido en Iguala debe ser suficiente para que ningún funcionario de la actual administración vuelva a mencionar la palabra cuando se le pregunte por la estrategia contra la violencia.

Veamos: según ha contado René Bejarano, después del asesinato del perredista Arturo Hernández Cardona en mayo de 2013, el procurador general de la República, la subprocuradora, el secretario de Gobernación, el gobernador de Guerrero, el Congreso estatal, el pleno del Senado y al menos una fracción de la Cámara de Diputados tuvieron en sus manos evidencia suficiente para al menos iniciar proceso contra el presidente municipal de Iguala, José Luis Abarca, y su secretario de Seguridad.

No se hizo absolutamente nada contra Abarca. Nada. Lo cual seguramente le hizo pensar que podría seguir haciendo lo que se le pegara la gana.

¿Qué pasó? ¿No se coordinaron? ¿Cuando se juntaron para coordinarse, se les olvidó hablar de ese detallito?
Por lo pronto, mientras el gobierno federal no dé una respuesta precisa a lo dicho por Bejarano desde el sábado, más que coordinación, lo que hubo fue trágica omisión. 

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