Acerca del matrimonio

Quienes optamos por el matrimonio sentimos la necesidad de compartir con una pareja todo lo que se es y lo que se tiene.

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Para mi esposa Gabriela Quiñónez

El recorrido de nuestra vida se inicia en la familia, arropados por nuestros padres damos nuestros primeros pasos en este nuestro mundo; es entre la calidez de las caricias maternas, los juegos con los hermanos y el apoyo de nuestro padre que la mayoría de nosotros comenzamos nuestra historia, tenemos los primeros días de escuela.  Una prolongada estación en la adolescencia y juventud nos permite ir encontrando poco a poco esos hermanos regalados por el cielo que son los amigos; después, enfrascados en el ambiente laboral, nos integramos cada día más al mundo, entonces se nos llega el momento de tomar el camino de la soltería o ingresar a las filas del matrimonio.

Siendo que la realización del ser humano puede ser alcanzada tanto en un estado como en el otro, algunos de nosotros decidimos permanecer solteros, mientras otros muchos optamos por el matrimonio; ninguna de las dos opciones es ajena a esfuerzos, sacrificio o aprendizaje.

Quienes optamos por el matrimonio sentimos la necesidad de compartir con una pareja todo lo que se es y lo que se tiene; es a través de los años de nuestra vida que va madurando en nosotros el deseo de vivir en pareja; hemos pasado alegrías, penas, soledades, éxitos, abandonos, frustraciones, ilusiones, desencantos; en nosotros va creciendo el deseo de ofrecer lo mejor de nosotros a quien ha de ser nuestra compañera o compañero de vida, encontrar a quien ofrecer lo mejor de uno mismo es la mejor actitud para llegar al matrimonio.

Intentar encontrar a alguien que me haga feliz es la mejor receta para el fracaso matrimonial, primeramente porque la felicidad viene de nuestro interior y no de fuentes externas; en el matrimonio dos personas se encuentran para compartir la felicidad que ya poseen y apoyarse en las tristezas, porque las alegrías compartidas se multiplican mientras que las tristezas compartidas se dividen.

No podemos hacer responsable a la pareja de nuestra felicidad, los únicos responsables de ella somos nosotros, pero sí podemos contribuir a que la felicidad de nuestra pareja sea más plena, amarla incondicionalmente es el mejor camino para ello, impulsarla con cariño, paciencia y entrega a ser la mejor versión posible de sí misma será nuestra más sagrada labor; si nuestro amor contribuye a esto es entonces un amor verdadero; el amor nos hará más libres, plenos y mejores.

En la comunidad matrimonial la misión es llegar a ser en pareja cada día más y mejores seres humanos, pero eso no significa que el camino esté libre de desafíos; habrá sin duda dolores, frustraciones, decepciones, incluso pleitos o rencores, pero el amor prevalecerá si a ambos les queda claro que lo más importante no soy yo sino nosotros; en la medida que renunciemos a la satisfacción egoísta de nuestros propios planes o deseos y perseveremos en la construcción de sueños y deseos mutuos tendremos una vida matrimonial plena de amor.

A mi esposa la anhelo junto a mí para construir con esfuerzo, entrega y perseverancia un futuro en el que su alegría sea la mía, sus manos consuelen mis derrotas, su sonrisa alegre mis días, su amor restañe mis heridas y dolores; quiero ser para ella el compañero fiel, leal y cariñoso que se merece, que sepa que nunca jamás tendrá que afrontar nada sola, que siempre estaré ahí para ella, que me sobrepondré a mis miserias y debilidades y seré su fortaleza,  su compañero, su marido; en fin, quiero ser mejor simplemente por amor a ella.

Que todas las mañanas la asignatura pendiente sea amarnos más y todas las noches durmamos con la satisfacción de la tarea cumplida, encontrar en nuestras miradas nuestro presente y futuro, ir de la mano por la tarde de nuestra vidas con el orgullo de haber entregado todo lo que teníamos, no dejar nada en reserva, brindar todo lo que la mente, el corazón y el alma tienen, porque extrañamente en el amor mientras más das, más tienes, y nadie habrá ganado más que quienes al final de sus vidas hayan entregado todo.

Doy gracias a la Vida porque, después de tantos años, búsqueda y espera tengo una esposa y un matrimonio como siempre lo desee; nada está terminado, todo hay que construirlo y día a día se abre un nuevo camino ante nosotros; en esta labor de nuestra unión empeñaré toda la vida, todo lo que soy, todo lo que tengo, sólo espero que al final de mi vida pudiera, como un domingo cualquiera, tomarla de la mano y entrar junto con ella a la casa de Dios en la vida eterna.

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