¿Adiós al Espionaje?

La historia del poder político en Quintana Roo está sustentada en mayor o menor grado, en una anónima actividad de espionaje...

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

La historia del poder político en Quintana Roo está sustentada en mayor o menor grado, en una anónima actividad de espionaje – no siempre lícita- y se remonta a los tiempos del Territorio Federal, cuando el jalisciense Margarito Ramírez Miranda nos gobernó con mano dura, lo cual le permitió “descubrir” una supuesta conspiración para asesinarlo y que concluyó con la detención de varios personajes opositores a su régimen, entre ellos el conocido comerciante don Abel Villanueva Aguilar, en 1953.

Según el oficio 707, que el señor Ramón Garay Escandón, Inspector General de Policía, giró al agente del ministerio público de la ciudad de Chetumal, se lee: “ desde el pasado mes y por conducto de los agentes de esta Inspección de Policía, se venía observando la conducta de Abel Villanueva, Benito Montalvo, Regino Rendón, Francisco Rodríguez, Guillermo Sansores, Juan Oliva Manrique y Pedro Madrid, y llegándose al convencimiento de que éstos venían dedicándose a actividades penadas por la ley, se procedió a la detención y fueron puestos a disposición de la autoridad investigadora a fin de que sea la que resuelva sobre la situación jurídica de los detenidos”. (Actuaciones ministeriales contenidas en la Averiguación Previa 69/953, asociación delictuosa y homicidio en grado de tentativa). 

Durante muchos años se cuestionó que el complot realmente haya existido (los presuntos responsables tuvieron que acudir a la Justicia Federal para que a través de un amparo otorgado por el Tribunal Colegiado del Quinto Circuito con sede en Veracruz, fueran liberados), pero lo que sí resultó cierto es que existía un odio radical de un sector importante de la sociedad chetumaleña al gobernador Ramírez y que éste no toleraba las críticas a su gestión. El operador del espionaje y de las persecuciones lo fue el también jalisciense Gabriel Amezcua, secretario de gobierno.

Pero las tácticas persecutoras, de hostigamiento, de espionaje y de invasión a la privacidad de las personas no se fueron con el Territorio Federal. La leyenda negra se convirtió, lamentablemente, en una especie de herida que nunca cicatrizó del todo. El Estado totalitario de Margarito Ramírez tuvo crías. En el sexenio de Mario Villanueva hubo atropellos y violaciones graves a los derechos de quienes se atrevieron a estar del otro lado de la burbuja del poder; su frase célebre “en mi Estado mando yo”, parece resumirlo todo. Hendricks Díaz pretendió ser un maestro de la estrategia política, la inteligencia y el espionaje; pero también de la desestabilización del poder opositor. En todas fracasó. La alcaldesa Magaly Achach no fue sustituida por el Congreso; La Presidenta del TSJ, Lizbeth Loy Song de Encalada, se mantuvo firme en el cargo a pesar de las múltiples amenazas de muerte que recibió y “El Chacho” Zalvidea, tras su derrocamiento fue restituido en sus funciones por mandato de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Con Roberto Borge, las cosas se fueron al límite. El encarcelamiento de Pedro Canché y la persecución judicial en contra del alcalde opositor Sebastián Uc Yam, serán quizá los más recordados, pero no los únicos. La quema de automóviles y camionetas de quienes se atrevieron a disentir trazaron el sello de un sexenio que usó el espionaje y la intervención telefónica para asir el poder con autoritarismo. Al frente de esas acciones reprobables, estuvo – dicen - Isaías Capeline, Director de Gobernación, ultimado a balazos poco antes de concluir el sexenio borgista. Por cierto el padre de Capelini fue “agente de espionaje” de Margarito Ramírez, según lo reconoció éste al periodista Jonathan Estrada en 2014.

En abril de 2010, el ejército y la policía estatal descubrieron un centro de intervenciones telefónicas en el departamento 401 de los Condominios Xcaret de la calle Jaleb de Cancún. Se señaló entonces que detrás de él se encontraba la mano del alcalde perredista Gregorio Sánchez Martínez. Un medio impreso consignó: “… la información obtenida por medio del espionaje al estilo de la delincuencia organizada, detallaba las actividades de los empresarios en torno a su vida personal y profesional, al igual que de políticos e incluso, periodistas con la finalidad de pretenderlos chantajear”… Sánchez Martínez negó siempre tener vinculación alguna con ese centro y señaló que todo “era un teatro armado en su contra por el gobernador Félix González Canto”.

En el anterior contexto, el rumor de que el actual gobierno que encabeza Carlos Joaquín González, desaparecerá la dirección de Gobernación, ha sido bien recibida por quienes reconocen que el derecho de cualquier Estado a preservar su seguridad interna tiene límites, sobre todo cuando en aras de una pretendida protección al sistema político, se vulnera flagrantemente el derecho a la privacidad y a la intimidad de las personas. Esa intrusión a la información confidencial de quienes disienten, se convierte en un arma poderosa que sostiene el andamiaje ilícito de un sistema maloliente que ha hecho del espionaje un deporte nacional. Es hora de que Quintana Roo abandone el viejo molde que nos heredó el tristemente célebre Margarito Ramírez…

Lo más leído

skeleton





skeleton