Adiós al Mundial

Perdemos siempre en el futbol de adultos porque en su manejo institucional prevalecen los intereses mercantiles por encima de la calidad.

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La salida de México del Mundial se da con el convencimiento de que se le robó una victoria. El falso penal permite ignorar que, para cuando se dio, Holanda ya nos había empatado y llevaba un buen rato dominando completamente el partido, por lo que no era previsible ganar en el tiempo extra. El orgullo nacional se refugia así en culpar a otros de las derrotas propias. Creo que es un buen momento para reflexionar sobre lo que esta concepción representa para nuestra forma de relacionarnos en sociedad.

Perdemos siempre en el futbol de adultos porque en su manejo institucional prevalecen los intereses mercantiles por encima de la calidad, de forma que las oportunidades de un jugador no dependen tanto de su desempeño deportivo como de la empresa para la que trabaja y de sus relaciones políticas y personales. Tampoco hay una formación consistente de futbolistas, pues siempre es más barato cazar talentos que cultivarlos. Frente a unos cuantos que cobran muy bien hay una masa de obreros del balón explotados sin piedad. Así no se puede derrotar a equipos integrados con años de anticipación y producidos por un esfuerzo deportivo nacional sólido en el largo plazo, como es el caso de Holanda.

Pretender en estas condiciones grandes victorias futbolísticas parte de una concepción general de la vida y de la sociedad que va mucho más allá del deporte, de acuerdo con la cual, para alcanzar cualquier logro lo importante no es el desarrollo de capacidades, el esfuerzo prolongado, la responsabilidad, el reconocimiento de méritos o la exigencia estricta de calidad en lo que se hace.

Todo esto se puede suplir con el favor de quien toma las decisiones y sabiendo evadir exigencias de calidad. Además, siempre se puede apostar a la suerte, a los santos y vírgenes o la ley de la atracción, de forma tal que una selección que no juega el mejor futbol del mundo, y que por tanto no merece ser campeona, se lleve la copa porque lo deseamos con auténtico fervor. Esta es la misma mentalidad que justifica que los maestros no sepan lo que enseñan, que se tolere a médicos incapaces que juegan con la vida de sus pacientes, que se encumbren empresas que no respetan leyes fiscales y laborales.

Así contribuimos a reproducir un México de corrupción, abuso, individualismo, frivolidad y cinismo.

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