¿Adónde irá, veloz y fatigado, Ángel Heladio que de Guerrero se va?

Lo mejor del anuncio de Aguirre Rivero es que fue raudo y veloz, y le ganó en materia de melodrama ranchero al de Tomás Boy.

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A la luz de las tradiciones mexicanas, lo más seguro es que el góber pidió licencia porque le ofrecieron algo mejor y más tranquilo. Con tal de quitárselo de encima le han de haber hecho una propuesta que no pudo rechazar, no obstante encontrarse culiatornillado a la gubernatura guerrerense.

Tal vez la titularidad de la CNDH que con él al frente no podría ser peor ni más omisa que la que aún preside el nada talentoso señor Plascencia; o la Dirección General del IPN, pues con su natural y profundo respeto por los estudiantes podría generar una muy bonita relación con el movimiento politécnico. 

Y todo al ritmo de una frase telenovelera que seguro será retomada para la segunda parte de La dictadura perfecta: “Me voy para favorecer el clima político”.

Claro, no sin antes alegar frente a los medios, con el mismo aplomo que su ex empleado, ex perredista y ex precandidato de Morena a la gubernatura, Lázaro Mazón, cuando a la salida de la Seido anunció: “No tengo nada que esconder”, que es el nuevo “Duermo como un bebé” del entrañable Eduardo Bours, otro héroe de la Guardería ABC.

Debería de haber un espacio en la nueva Yihad panista contra la corrupción donde se imponga una norma: que cualquier servidor público o político involucrado en algún desfalco, agandalle o malversación y que diga “Tengo la conciencia tranquila” o sus derivados sea amarrado como puerco. 

Lo mejor del anuncio de Aguirre Rivero es que fue raudo y veloz, y le ganó en materia de melodrama ranchero al de Tomás Boy, aunque nomás le faltó su frase matadora, pero por estar conmovido no la dijo: “Fue un castigo durísimo”.

Digo, duro para Navarretín & Chuchos Co., el escuadrón de cupuleros, me dijo en entrevista el padre Solalinde, estaba inconsolable después de ver cómo abdicaba su campeón luego de defenderlo a capa y espada.

Comoquiera que sea, siempre nos quedará la esperanza de que las autoridades le hayan dado chance al góber con licencia para que pueda poner pies en polvorosa y darse a la fuga como el sátrapa mandilón de Iguala, Joe The Killer Abarca y su temida esposa. Sí, para que luego la prioridad sea dar con su paradero y no con el de los 43 normalistas desparecidos. 

¿Esta experiencia pondrá a la tribu de virreyes preciosos bajo presión? Pero lo dudo, diría Juan Gabriel. 

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