Que quiera o no la autoridad, por todos lados de la ciudad proliferan expendedores de artículos de pólvora, unos autorizados, otros tolerados, pero la mayoría por la libre, que, por el material de que están hechos esos artefactos, son peligrosos y su venta requiere sumos cuidados y no expenderlos a menores de edad. Aunque la mayoría tienen junto a sus puestos un extintor, en muchos casos son de adorno porque está vencida la fórmula química que contienen y si se les fuera a necesitar no funcionarían desde luego. Protección civil municipal tiene un buen paquete en las manos, porque ni siquiera si contara con un ejército de inspectores podría cubrir todos los rincones de la ciudad y verificar que todos quienes venden ese material reúnan las condiciones de seguridad. 

Que hace unos meses la Policía Municipal de Mérida realizó un foro sobre la prostitución en el centro de la ciudad con  la finalidad de averiguar qué es lo que piensan los distintos sectores sociales sobre ese fenómeno que tiene implicaciones y ramificaciones en muchos aspectos de la vida citadina. Hoy día, la situación en el llamado corredor del sexo en la calle 58 -donde es más que evidente que los hoteles de paso parecen más tugurios que lugares de alojamiento- y en torno a las terminales de autobuses sigue sin cambio, decenas de mujeres con poca ropa se muestran al paso de los transeúntes e invitan a “ir al cuarto” a quienes pasan cerca de ellas. Muchas no parecen ser mayores de edad. Detrás de esta situación lacerante hay historias de abuso, pobreza e ignorancia que se tendrían que combatir antes de usar la fuerza contra esas personas.